Recursos Pastorales |
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El Duelo por autor desconocido Introducción El duelo es una experiencia común y dolorosa. Tarde o temprano todos experimentamos la pérdida de algún ser querido. Sin embargo, actualmente pensamos y hablamos muy poco sobre la muerte, quizás porque nos enfrentamos a la misma menos frecuentemente de lo que lo hacían nuestros antepasados. Para ellos, la muerte de un hermano, amigo o pariente era una experiencia habitual en su infancia o adolescencia. Para nosotros, este tipo de pérdida suele tener lugar más tarde un nuestras vidas. Por esta razón, no tenemos muchas oportunidades de aprender sobre el duelo -cómo sentirse, cómo obrar correctamente, que es " normal " o sobre como superarlo. A pesar de ello, no nos queda más remedio que afrontar el fallecimiento de nuestros seres queridos cuando este finalmente se produce. En este folleto usted encontrará información sobre algunas de las formas en las que nos afligimos tras la pérdida de alguien querido, sobre como en ocasiones no superamos el proceso de duelo, y sobre la ayuda disponible al respecto Duelo El duelo tiene lugar tras cualquier clase de pérdida, aunque suele ser más intenso tras el fallecimiento de algún ser querido. No es un sentimiento único, sino más bien una completa sucesión de sentimientos que precisan de cierto tiempo para ser superados, no siendo posible el acortar este período de tiempo. Aunque todos somos diferentes, el orden en que experimentamos estos sentimientos es muy similar para la mayoría de nosotros. El duelo es más frecuente tras el fallecimiento de alguien al que conocíamos desde hace algún tiempo. No obstante, parece claro que aquellas personas que han tenido un aborto o que han experimentado la pérdida de niños muy pequeños sufren una experiencia muy similar al duelo y precisan de la misma clase de cuidados y consideración. En las pocas horas o días que siguen al fallecimiento de un pariente cercano o de un amigo, la mayoría de los afectados se siente simplemente aturdida o confundida ya que no se llegan a creer lo que realmente ha ocurrido. Esta sensación puede tener lugar a pesar de que el fallecimiento hubiera sido esperado. Este entumecimiento o adormecimiento emocional puede ser de ayuda a la hora de afrontar los importantes cometidos que hay que llevar a cabo tras el fallecimiento, tales como el contactar con los demás parientes y la organización del funeral. Sin embargo, esta sensación de irrealidad puede llegar a ser un problema si persiste durante mucho tiempo. El ver el cuerpo del fallecido puede ser, para algunos, la forma de empezar a superar esta fase. De forma similar, para algunas personas, el funeral es una ocasión en la que se empieza a afrontar la realidad de lo acontecido. El ver el cuerpo del difunto o el atender al funeral puede llegar a ser muy doloroso, pero son las únicas formas de que disponemos para decir adiós a aquellos que hemos amado. Estas actividades pueden parecer tan dolorosas que puede surgir la tentación de no afrontarlas, aunque con frecuencia esto conduce en el futuro a una sensación de profundo disgusto. Pronto, no obstante, desaparece este aturdimiento que suele ser reemplazado por una intensa sensación de agitación y desasosiego con anhelo de la persona fallecida. El afectado por el duelo alberga en algún modo el deseo de encontrarse con el fallecido aunque sabe que esto es claramente imposible. Esto hace difícil el relajarse o concentrarse en cualquier actividad, así como también resulta difícil el dormir adecuadamente. Los sueños pueden ser extremadamente perturbadores. Algunas personas pueden sentir que "ven " a su persona amada en cualquier sitio al que van - la calle, el parque, alrededor de la casa, o en cualquier lugar en el que hubieran estado juntos con anterioridad. Los afectados frecuentemente se sienten muy "enfadados" en este momento del duelo, y suelen estarlo con los médicos y enfermeras que no evitaron su muerte, con sus familiares y amigos quienes no hicieron lo suficiente, o incluso con la persona fallecida porque los ha abandonado. Otro sentimiento común en el proceso del duelo suele ser el de culpa. Las personas en duelo con frecuencia piensan en todas aquellas cosas que les hubiera gustado decir y/o hacer y que no fueron posibles. Pueden incluso llegar a pensar que podrían haber actuado de una forma diferente y que esto hubiera podido evitar la muerte de su ser querido. Desde luego, la muerte generalmente está más allá del control de cualquiera y la persona en duelo puede necesitar que se lo recuerden. La culpa puede también surgir si se experimenta cierta sensación de alivio tras el fallecimiento de una persona afectada por una enfermedad particularmente penosa o muy dolorosa. Este sentimiento es natural, extremadamente comprensible y muy frecuente. Este estado de agitación es generalmente más intenso a las dos semanas del fallecimiento, aunque pronto se sigue de una sensación de tristeza tranquila o depresión, aislamiento y silencio. Estos cambios repentinos de emoción pueden confundir a los amigos o parientes pero son parte del modo normal de superar las diferentes etapas del proceso de duelo. Según la agitación disminuye, los períodos de depresión se hacen más frecuentes y alcanzan su máxima intensidad a las 4 o 6 semanas del fallecimiento. Los momentos de gran aflicción o pena pueden ocurrir en cualquier momento, desencadenados por personas, lugares o cosas que recuerdan a la persona fallecida. A algunas personas les resultan difíciles de comprender o embarazosos los momentos en los que la persona en duelo explota en lágrimas sin razón aparente. En esta etapa puede ser deseable el mantenerse apartado de aquellos que no comprenden totalmente o que no comparten el duelo. Sin embargo, el evitar a los demás puede acumular los problemas para el futuro y generalmente es mejor el intentar reintegrarse a las actividades habituales de cada persona tras aproximadamente un par de semanas. Durante este tiempo, a los demás puede pareceres que la persona en duelo desperdicia gran cantidad de tiempo sentada sin hacer nada. Lo cierto es que la persona en duelo generalmente piensa en esos momentos en el fallecido, recordando una y otra vez tanto los buenos como los malos momentos pasados juntos. Esta es una parte tranquila aunque esencial del afrontamiento. Con el paso del tiempo, el dolor intenso de la fase inicial del duelo comienza a desvanecerse. La depresión disminuye y empieza a ser posible pensar en otras cosas e incluso el mirar hacia el futuro. Sin embargo, la sensación de haber perdido parte de uno mismo nunca desaparece del todo. Para los cónyuges en duelo por el fallecimiento de su pareja existen continuos recordatorios de su nueva situación de soledad al ver a otras parejas juntas y a causa del bombardeo continuo de imágenes de familias felices en los medios de comunicación. Tras cierto tiempo, se hace posible el sentir de nuevo al completo, aun cuando haya desaparecido una parte de nosotros. Aún así, años más tarde podemos encontrarnos hablando como si él o ella todavía estuvieran aquí. Las etapas del duelo anteriormente descritas con frecuencia se superponen y se muestran de diferentes formas en diferentes personas. La mayoría de las personas en duelo suele recuperarse en el primer o segundo año tras el fallecimiento. La fase final del proceso de duelo es la desvinculación de la persona fallecida y el comienzo de un nuevo tipo de vida. La depresión desaparece por completo, el sueño mejora y el nivel de energía retorna a la normalidad. El deseo sexual, que puede haber desaparecido por algún tiempo, ahora regresará - esto es bastante normal y en absoluto hay que avergonzarse de ello. Como vemos, no existe una forma estándar de duelo. Además, las personas pertenecientes a diferentes culturas suelen afrontar la muerte de formas bien diferentes. A través de los siglos, la gente de las diferentes partes del mundo ha desarrollado sus propias ceremonias y rituales para afrontar la muerte. En algunas comunidades la muerte es concebida únicamente como un paso más en el ciclo continuo de la vida a la muerte más que como un final absoluto. Los rituales y ceremonias del duelo pueden ser muy públicos y demostrativos o privados y tranquilos. En algunas culturas el período de duelo es fijo, en otras no. Aunque los sentimientos experimentados por las personas en duelo en las diferentes culturas pueden ser similares, sus formas de expresarle pueden ser muy diferentes. Niños y adolescentes Aún cuando los niños no suelen comprender el significado de la muerte hasta que no tienen 3 ó 4 años de edad, sí experimentan la pérdida de parientes cercanos de forma bastante similar a como lo hacen los adultos. No hay dudas de que, aún desde la infancia, los niños se afligen y sufren una gran pena. Sin embargo, los niños perciben el tiempo de forma diferente a como lo hacen los adultos, lo cual hace que puedan pasar por las etapas del duelo bastante rápidamente. En sus primeros años en la escuela los niños pueden sentirse responsables por el fallecimiento de un familiar y por lo tanto pueden necesitar ser reafirmados y tranquilizados al respecto. Los jóvenes pueden no hablar de su duelo por miedo de añadir sobrecargas adicionales a los adultos que les rodean. El duelo de niños y adolescentes y sus necesidades de duelo no deben ser pasadas por alto cuando un miembro de la familia ha fallecido y deberían ser incluidos en los arreglos del funeral. Cómo pueden ayudar a los amigos y familiares Los familiares y amigos pueden ayudar dedicando tiempo a la persona que está en duelo. No se necesitan demasiadas palabras de consuelo sino más bien la voluntad de estar con ellos durante el período de tiempo de su dolor y pena. Un brazo amable sobre los hombros expresará atención y apoyo cuando las palabras no son suficientes. Es importante que, si lo desean, las personas en duelo puedan llorar ante alguien con quien puedan hablar sobre sus sentimientos de dolor y pena sin que se les diga que se sobrepongan. Con el tiempo, ellos podrán superarlo, pero primero necesitan hablar y llorar. A algunas personas les puede resultar difícil el comprender porqué el que está en duelo persiste en hablar sobre lo mismo una y otra vez, pero esto forma parte del proceso normal de resolución del duelo y debe ser estimulado. Si usted no sabe que decir, o incluso no sabe si hablar sobre ello o no, sea honesto y dígalo. Esto dará a la persona en duelo una oportunidad para expresarle su deseo, qué es lo que quiere. Con frecuencia los demás evitan el mencionar el nombre de la persona fallecida por miedo al trastorno que esto pueda causar. Sin embargo, la persona en duelo puede interpretar este hecho como que los demás han olvidado su pérdida, añadiendo una sensación de soledad a sus sentimientos de dolor. Debe recordarse que las ocasiones festivas y los aniversarios (no solamente de la muerte sino también de la boda o el cumpleaños) son momentos particularmente dolorosos en los que los familiares y amigos deben hacer un esfuerzo especial por estar cerca de la persona afligida por el duelo. La ayuda práctica con la limpieza, las compras o el cuidado de los niños puede aliviar la sobrecarga que implica el estar solo. Los cónyuges ancianos en duelo pueden precisar de ayuda con aquellos cometidos que el cónyuge fallecido solía asumir, como encargarse de las facturas, cocinar, las labores de la casa, revisar el coche, etc. Es importante el conceder a la persona en duelo el tiempo suficiente para la superación del mismo. Algunas personas parecen superar la pérdida rápidamente, pero otras precisan de más tiempo. Así, no es conveniente exigir demasiado pronto de un amigo o familiar en duelo, ya que precisan de tiempo para superarlo de una forma adecuada que les evite problemas en el futuro. El duelo que no se resuelve Existen personas que parecen no experimentar ningún tipo de duelo. No lloran en el funeral, evitan cualquier mención a su pérdida y regresan a su vida normal muy rápidamente. Esta es su forma normal de afrontar la pérdida y no resultan perjudicados. Pero otras personas pueden sufrir síntomas físicos extraños o episodios repetidos de depresión en los años posteriores. Algunas personas no tienen la oportunidad de desarrollar un duelo adecuado ya que las demandas, familiares o laborales, que han de afrontar tras la pérdida no se lo permiten. En ocasiones, el problema es que la pérdida no es vista como algo propio. Esto ocurre con frecuencia, aunque no siempre, en aquellas personas que han tenido un aborto. De nuevo, pueden seguir períodos frecuentes de depresión. En otros casos, la fase inicial del duelo caracterizada por aturdimiento e incredulidad puede persistir en el tiempo. Los años pueden pasar y la persona en duelo puede encontrar difícil creer que la persona que amaba esté muerta. Otros serán incapaces de pensar en cualquier otra cosa pudiendo llegar a convertir la habitación del fallecido en un santuario dedicado a su memoria. Ocasionalmente la depresión que tiene lugar en cada duelo puede hacerse tan intensa que se rechacen la comida y la bebida y que surjan pensamientos suicidas que hagan necesaria la intervención de su médico de cabecera. Ayuda de su doctor Ocasionalmente, las noches de insomnio pueden prolongarse en el tiempo constituyendo un problema grave. Su médico de cabecera entonces podrá prescribirle algún fármaco hipnótico durante algunos días. Si la depresión persiste hasta el punto de afectar el apetito, el nivel de energía, y el sueño, podrán ser necesarios los fármacos antidepresivos, que como usted sabe no crean dependencia. Si la depresión todavía no mejora su médico de cabecera le remitirá a la consulta de su psiquiatra de zona. Las personas con dificultades en la resolución de su duelo pueden obtener ayuda de su médico de cabecera o de las diferentes ONG u organizaciones religiosas existentes. Para algunos será suficiente el encontrarse y hablar con personas que han pasado por la misma experiencia que ellos. Otros precisarán acudir a un consejero o psicoterapeuta, bien en grupo o de forma individual, durante cierto tiempo. El duelo vuelve patas arriba nuestro mundo y es una de las experiencias más dolorosas que los seres humanos tenemos que superar. Puede ser extraño, terrible o sobrecogedor. A pesar de ello, es parte de la vida que hemos de afrontar y generalmente no requiere de atención médica. Para aquellos que lo precisen, la ayuda está disponible, no sólo por parte de sus médicos de cabecera, sino también de las diferentes organizaciones no gubernamentales y religiosas existentes. |
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