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   Sermones Expositivos - Rut, Efesios, Santiago, 1 Juan
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"Si alguno anhela obispado, buena obra desea." 1 Timoteo 3:1

 
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La Cena del Señor

(Este tema es el primer capítulo del libro "Ministros competentes del Nuevo Testamento", revisión de 2001)

Apreciamos este estudio minucioso acerca de la Cena del Señor, reconociendo que representa las prácticas de la Iglesia de Cristo.

 1.      ¿Tiene mucha importancia la Cena del Señor?

    Para el cristiano maduro, quizás suene demasiado elemental esta pregunta. Ya que Cristo la ordenó, la Santa Cena debe tener gran importancia para todo cristiano. “Haced esto en memoria de mí.” Se reviste de importancia trascendental porque es la conmemoración del sacrifico del Hijo de Dios en la cruz, y porque es “la comunión de la sangre de Cristo... la comunión del cuerpo de Cristo” (1 Corintios 10:16). En los cultos celebrados cada domingo, la Cena debe ser el acto principal de adoración.

a.         ¿Por qué el acto principal? Porque, según Hechos 20:7, el propósito primordial de reunirse la iglesia primitiva el primer día de cada semana era comer el pan y tomar de la copa en memoria del sacrificio de Cristo. “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente.” Pablo “se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén” (Hechos 20:16). Sin embargo, al llegar a Troas, se quedó “siete días” (Hechos 20:6), esperando la reunión de la iglesia “el primer día de la semana.” ¿Y por qué se reunía la iglesia “el primer día de la semana”? No precisamente para escuchar a Pablo, u otro predicador, sino “para partir el pan,” es decir, celebrar la Santa Cena.

b.         ¿Cómo se le puede restar importancia a la Cena del Señor?

1.        Hacer de ella un mero rito repetitivo, un ritual, un acto carente de significado.

2.        Celebrarla con la mayor rapidez posible, relegándola a un plano secundario.

3.        No prepararse adecuadamente para ella el hermano designado para administrarla.

4.        No preparar a la congregación.

5.        Celebrarla sin pronunciar palabras o citar textos que resalten su importancia.

6.        Celebrarla con sequedad, haciendo de ella un acto soso, frío, sin vida.        

7.        Referente a ella, decir siempre las mismas palabras o leer el mismo texto todos los domingos, sin variar.

8.        Remover la mesa del Señor del lugar céntrico que le corresponde en el culto.

c.     Los comentarios de no pocos cristianos indican que, para ellos, el sermón tiene más importancia que la Cena del Señor. El sermón suele ocupar mucho más tiempo, tanto, en algunos casos, que es preciso avanzar y celebrar la Cena aceleradamente para no salir demasiado tarde. Prestan más atención al sermón que a la Cena. Son más reverentes durante el sermón que durante la celebración de la Cena. Perder la Cena no es gran cosa, pero no quisieran perder el sermón. A los que administran la congregación, a los que pronuncian sermones y a los que administran la mesa del Señor les corresponde corregir estas malas percepciones. Los cristianos en Troas se reunieron “para partir el pan” y no con el propósito primordial de oír un sermón.

        Algunos opinan que todos los actos celebrados en la reunión dominical son igualmente importantes: cantar himnos es tan importante como la Cena; también orar, ofrendar o predicar. Sin querer minimizar la importancia de cualquier de los actos, observamos que el sacrifico expiatorio de Cristo es central para nuestra fe, salvación y esperanza. Sin él, todo lo demás se desploma; los mensajes, las ofrendas, ¿de qué servirían?. Al conmemorar el sacrificio de Cristo, teniéndolo siempre de suma importancia, lo más importante, damos fe de tener presente constantemente el valor incalculable de la sangre vertida en la cruz, del cuerpo inmolado en la cruz. Con razón, la mesa del Señor ocupaba el primer lugar en las reuniones de las congregaciones del primer siglo. ¿Qué lugar ocupa en la suya?

        La misa católica romana es, lamentablemente, una corrupción total de la auténtica y original Cena del Señor. Con todo, el lugar céntrico que retiene la misa a través de los siglos en la liturgia católica evidencia la importancia que los creyentes, aun los más apostatados, han atribuido a la Cena del Señor desde los primeros siglos de la Era Cristiana. ¿Nos atrevemos a darle menos importancia a la verdadera Cena del Señor? En algunas catedrales y capillas católicas romanas, los sacerdotes celebran la misa todos los días. Al extremo contrario van algunas iglesias protestantes, celebrando la Cena del Señor acaso una sola vez al año. Nosotros la celebramos el primer día de cada semana, pero ¿le damos la importancia que merece?

2.      ¿Cómo deben comportarse los miembros de la iglesia durante la Santa Comunión?

    Con la mayor solemnidad y reverencia posible. No deben tolerarse los ruidos innecesarios, las conmociones de cualquier clase, las conversaciones, los su­surros, etcétera, de parte de niños, jóvenes o adultos.

    ¿Por qué tanto silencio y disciplina? Porque cada adorador ha de estar en plena y profunda “comunión” personal con el cuerpo y la sangre de Cristo, es decir, es menester que discierna el significado y la tremenda importancia del sacrificio realizado por el Señor. “La copa de bendición... ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? Es pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?”  “El que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio como y bebe para sí” (1 Corintios 10:16; 11:29).Para que cada adorador esté en plena comunión, bien concentrado en el acto de la Cena, es realmente imprescindible el silencio. Ningún cristiano debe interrumpir la comunión, la concentración, la meditación, el culto, de los hermanos y de las hermanas sentados en derredor suyo, hablándoles, haciéndoles preguntas, susurrando, cantando, aunque bajito, riéndose, jugando con sus hijos u otros niños, regañándolos en voz alta, haciendo gestos o movimientos que distraen, etcétera.

    ¿Es aceptable que toda la congregación cante algún himno durante la celebración de la Santa Comunión? Opinamos que no es apropiado hacerlo. Cantar requiere un grado de concentración en las palabras y la melodía del himno, a menos que cante uno mecánicamente, proceder que rinde nulo el acto. Discernir dignamente el cuerpo y la sangre del Señor también requiere mucha concentración. ¿Conviene dividir nuestra atención entre dos actos de culto? Considere: no oramos y cantamos a la misma vez. No leemos la Palabra, cantando simultáneamente. No cantamos durante el sermón. Pues, ¿por qué cantar himnos durante la Cena? La celebración de la Santa Cena no es un acto mecánico durante el cual bien pudiéramos cantar himnos sin restarle nada a la atención y la concentración que merece la Cena.

         Al parecer, el silencio es un vacío que muchas personas no soportan, ¡ni siquiera en la iglesia durante la Santa Cena! Siempre quieren oír voces o algún sonido. El silencio es insoportable. Se vuelven inquietas. Pues, ¡qué cantemos un himno durante la Cena para desvanecer el silencio! ¡Pobres almas aún inmaduras! Con delicadeza y paciencia, hay que enseñarles que el cristiano se encuentra a sí mismo en los ratos de silencio y tranquilidad, conociéndose a sí mismo mejor y forjando una comunión más íntima con su Creador y con el Hijo sacrificado en la cruz. Para el cristiano maduro, el silencio no es un vacío incómodo sino un tiempo precioso, escaso para la mayoría, a aprovecharse meditando, pensando, reflexionando, orando. El silencio ante el sacrificio de Cristo es señal de seriedad y reverencia. “Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora” (Apocalipsis 8:1). De vez en cuando, ¡también hace falta silencio en la iglesia!

    Aunque toda la congregación celebre la Cena todos los miembros a la vez, la Cena es, más que una actividad colectiva, un acto muy personal de cada miembro en particular. “Pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí(1 Corintios 11:28-29). Lo personal y lo individual de la acción se destacan mediante las palabras “cada uno”, y “el que come y bebe”. Por lo tanto, concedámosle a cada miembro la oportunidad y el privilegio de concentrarse en la Cena, sin ocupar su atención con himnos, lecturas bíblicas largas o extensos comentarios hechos, quizás en parte, para llenar el aire de sonidos.

    ¿Conviene leer el que preside la mesa del Señor, en voz alta, textos bíblicos mientras están repartiendo los elementos? Quizás en ocasiones, aunque aplican, hasta cierta medida, los comentarios hechos en torno a cantar himnos durante la repartición de la Cena y sobre el silencio. De leerse algún trozo, que sea corto y relacionado con la Cena o con el sacrificio realizado por Cristo. Leer pasajes no relacionados es llevar la mente del adorador por tangentes que no resaltan la Cena y su propósito. En cambio, algún texto escogido juiciosamente bien pudiera ayudar al adorador a enfocar aún más su concentración espiritual, evitando que divague la mente.

3.        ¿Quiénes cualifican para oficiar a la mesa del Señor?

Sólo los varones cristianos fieles, y no los faltos de buen testimonio, los tibios o los que no se congregan con regularidad

a.         ¿Cualifica para oficiar una hermana? Desde luego que no. “Oficiar” o “administrar” implica, necesariamente, tomar autoridad o dominio. De oficiar la Cena una hermana, estaría ejerciendo dominio sobre los varones cristianos presentes, acto censurado por el Espíritu Santo en 1 Timoteo 2:12. “No permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.” Pero, arguyen algunos hermanos, si los ancianos o los administradores de la congregación la autorizan, entonces ella no estaría ejerciendo dominio sino acatando la voluntad de los varones responsables. Replicamos que los “varones responsables”, tengan el puesto que tengan, no cuentan ellos mismos con la autoridad de autorizarle a una hermana a “ejercer dominio sobre el hombre.” Si el Espíritu de Dios ha advertido a las hermanas que no lo hagan, ¿cómo se atreven algunos varones líderes a decir que sí, que lo pueden hacer?

b.     ¿Es aceptable que las hermanas de buen testimonio sirvan la Cena a la congregación, repartiendo el pan y el fruto de la vid, sin decir ni siquiera una palabra? A primera vista, quizás parezca una acción totalmente válida para las damas cualificadas. Estarían sirviendo y no dominando a nadie. Sin embargo, considere el factor sexual. Consabido es que al varón le seduce más su vista, cuando de la atracción sexual se trata, que a la mujer. El varón presta más atención a la apariencia, a lo físico, de la mujer. En cambio, a la mujer le atrae no tanto lo físico del varón sino su forma de ser, por ejemplo, el trato tierno y respetuoso.

Se levantan dos damas, o cuatro, caminan hacia el frente, se paran frente a toda la congregación, reciben los recipientes con los elementos de la Santa Comunión, luego caminan sirviendo a los feligreses. Los varones menos maduros y los mundanos se fijan en ellas, tal vez evaluándolas carnalmente, quizás sin querer hacerlo. Aun las damas cristianas menos maduras y las mundanas se fijan en ellas, haciendo, quizás sin querer, evaluaciones de su apariencia física: maquillaje, peinados, joyas, vestidos y otros detalles. Pero, se contiende, como quiera las vamos a ver, sea antes del culto, o durante o después. Claro, mas no en el despeño de un ministerio formal en presencia de toda la congregación. ¿Quién se atreve a sostener que no haya ninguna diferencia entre las circunstancias?

Hoy, domingo, reparten la Cena cuatro damas. El próximo domingo, la reparten cuatro varones. ¿Quién afirmará que la reacción de los presentes a las cuatro damas y a los cuatro varones será exactamente la misma? Entonces, ¿por qué aumentar las tensiones sexuales poniendo las damas a servir en presencia de toda la congregación? ¿Por qué no evitar, más bien, reacciones indeseables? Pero, se replica, es que no debiera haber ninguna reacción carnal a los que ministran frente a la congregación. Correcto; sería lo ideal. Sin embargo, estamos en cuerpos de carne y sangre. Eliminar totalmente todo sentimiento, emoción y reacción carnal a la presencia y los movimientos de otros seres que ocupan cuerpos carnales, es casi imposible. Posible, quizás, para los más espirituales, pero ¿qué diremos de los menos espirituales, los débiles y los patentemente mundanos?

Pero, responden algunos, nunca cruzará por la mente de los espirituales ni el más fugaz pensamiento de índole carnal, aunque camine frente a la congregación sirviéndola una hermana muy linda, esbelta y bien vestida. Quizás no, pero hay que ser sabio y realista: ¿cuántos varones la mirarán como si fuera un banco, un púlpito o cualquier objeto inanimado? Y no solo los varones sino ¿cuántas damas la mirarán de la misma manera? Pero, objetan, ¡qué nadie se fije en los que sirven, sean damas o sean varones! ¡Qué miren al piso o al techo! Y siguen las porfías. Pero, ¿por qué tanta insistencia? ¿No tienen las damas suficientes ministerios espirituales? ¡Tienen demás! Nunca pueden cumplir con todos los que les corresponden bíblicamente. Entonces, ¿por qué el empeño de asignarles ministerios dudosos o controversiales? ¿Acaso para satisfacer al fuerte elemento feminista que socava las culturas modernas? ¿Por qué presionan algunas damas para que le den participación en la repartición de la Cena? ¿Acaso para sentirse útiles, para llenar un vacío en su alma, un vacío que existe porque no hacen en la iglesia lo que pueden hacer legítimamente? Hay mujeres cristianas maduras, en términos de años de edad, casadas y con hijos, que no quieren enseñar, o no se atreven a enseñar a las mujeres jóvenes, de acuerdo con el mandato de Tito 2:2-4. Sin embargo, presionan para que les pongan a desempeñar algún ministerio frente a la congregación. Cuestionamos su madurez espiritual y ponemos en tela de juicio sus motivaciones.

Se complica este asunto todavía más. Al recibir las damas permiso para repartir los elementos de la Cena, surge la problemática de las modas, del maquillaje, de los adornos y de los peinados. ¿Pueden servir las hermanas que usan pantalones ceñidos al cuerpo, faldas cortitas, escoltes bajitos o cualquier otro estilo llamativo? ¿Pueden servir las que tienen el pelo cortitito, lucen muchas joyas o se embarran de maquillaje? ¿Quién o quiénes asentarán las directrices?

Lo cierto es que poner a las damas a repartir la Santa Cena es darle al adversario “ocasión de maledicencia” y provocar, sin justificación alguna, controversias contraproducentes y, peor aún, divisiones. ¿Dividir a una congregación del Señor por causa de este detalle? ¡Inconcebible! ¡Ay de aquellos que lo hagan!

d.         Cuando de presidir la mesa del Señor se trata, ¿cualifican los jóvenes o los neófitos de buen testimonio?

Encargar a varones adolescentes o neófitos en la fe la adminis­tración de la mesa del Señor es un proceder altamente cuestionable. Con muy raras excepciones, difícilmente tendrá el joven o el neófito atributos espirituales bien desarrollados que adornen la mesa del Señor con seriedad, solemnidad, gran reverencia y profundo significado. No ha sido sometido a muchas pruebas; aún no brilla su testimonio.

¿Es aceptable que los jóvenes o los neófitos asistan al que oficia a la mesa en la distribución de los elementos de la Cena? Sí, siempre y cuando sean fieles y de buen testimonio.

¿Pueden los mismos dirigir oraciones dando gracias por el pan y el fruto de la vid? ¿Por qué no?, siempre y cuando lo hagan conforme a las reglas establecidas para tales oraciones (Ver el Número doce de esta sección).

 4.      ¿Deben prepararse de antemano los que ofician la mesa del Señor? Definitivamente que sí. ¿De qué manera se preparan?

a.   Meditando profundamente sobre el significado y el propósito de la Santa Comunión.

b.     Escogiendo textos bíblicos apropiados para leer antes o durante la Cena.

c.   Estudiando los textos con miras a comprender de lleno las en­señanzas y las implicaciones de cada palabra y frase.

d.   Estudiándolos y leyéndolos una y otra vez para poder leerlos con soltura, de ma­nera tal que impresionen a los oyentes.

e.   Estudiando todo lo relacionado con la Cena a fin de presentar comentarios concisos para la orientación y la edificación de los participantes.

f.   Orando que Dios lo use en este ministerio para su gloria y para el bien de la grey.

g.   Asegurándose de tomar las medidas necesarias para estar en perfecta comunión con Dios, para que cuando llegue el momento de presidir la mesa, esté tranquilo y confiado.

5.     ¿Es preciso leer siempre el mismo texto, por ejemplo, 1 Corintios 11:27-34, antes de repartir los elementos         de la Cena?

    No. No conviene hacerlo. De modo alguno. Debe evitarse semejante práctica porque tiende al ritualismo, y el ritualismo es mortífero para la vida de iglesia. Llega el día cuando pesa mucho ese ritualismo, como una cadena gruesa de hierro. Encadena; esclaviza, sofoca. Cuando se para el hermano que lee siempre el mismo texto, suspiran muchos en la congregación, si bien no audiblemente, pues en sus corazones, pensando: “¡Ah, el mismo pasaje una y otra vez! Las mismas palabras. El mismo tono de voz.”

6.     ¿Es correcto empezar la celebración de la Santa Comunión sin leer texto alguno o hacer ningún co­mentario apropiado?

    No luce bien. Tal proceder transmite la impresión de frialdad, indiferencia o ritualismo; también, la de no querer dedicar tiempo suficiente al acto. Es como si dijera el celebrante:  “Vamos a acabar con esto pronto. Hay cosas más importantes.”

    El celebrante que inicia la Cena y la lleva a cabo, sin decir casi nada, con los ojos clavados siempre en la mesa o el piso, porque es tan tímido o demasiado nervioso, aún no cualifica para administrar un acto tan solemne.

7. ¿Es necesario leer siempre algún texto bíblico?

    No es indispensable hacerlo. Una alternativa es traer explicaciones concisas sobre algún aspecto de la Cena. ¿Cuales son algunos temas que se prestan para la ocasión?

a.     El trasfondo histórico de la institución de la Cena.

b.     El significado del pan y de la copa.

c.      Por qué se utiliza pan sin levadura.

d.     La eficacia de un solo sacrificio hecho una vez para siempre por Cristo, comparado con los sacrificios repetitivos bajo el Antiguo Testamento y el llamado “sacrificio” de la misa (Al que aborde el tema de la misa le conviene entender bien la teología católica sobre la misa, como también la doctrina católica de la transubstanciación).

e.     El significado de comer el pan y tomar la copa “dignamente”, contestando la interrogante: ¿en qué temas debe estar pensando el cristiano cuando está conmemorando la muerte del Señor? ¿Qué cuadros debe contemplar en su mente?

f.      La preparación que el cristiano puede hacer durante los días anteriores a la Cena para poder comerla sin incurrirse en pecado.

g.        Identificar, con tacto y reverencia para todos, a los que tienen derecho de comer la Santa Cena, como también a los que no lo tienen, y por qué.

h.     La frecuencia de participar y por qué.

i.       La relación entre la pascua judía y la Cena del Señor.

j.       La naturaleza de la muerte que sufrió nuestro Redentor, resaltando la grandeza de su sacrificio.

k.      La presencia del Señor en nuestra fiesta espiritual.

Enfatizamos “explicaciones concisas”. No largas, sino breves y al grano, concentrados, como se concentra la luz en una piedra preciosa. De tres o cuatro minutos y no de diez o quince. Este tipo de exposición requiere mucha preparación. La introducción para la Cena del Señor no es la ocasión para un mini sermón. Tampoco es la ocasión para traer temas no relacionados con la Cena.

 8.     A continuación, una lista (incompleta) de textos bíblicos apropiados para la celebración de la Santa Cena. Para introducir el acto de la Cena, se aconseja la lectura de un solo texto y no toda una serie de textos. La costumbre de algunos celebrantes es leer cuatro o cinco pasajes corridos. Mejor un solo pasaje, un solo versículo, bien leído y explicado que varios textos leídos rápidamente, sin ningún comentario, o acompañados de comentarios flojos, superficiales, secos o demasiado extensos.

-Juan 6:25-59. No leer todo el texto para una sola celebración de la Cena, sino seleccionar ciertos trozos, repartiéndolos entre tres o cuatro domingos.

-Mateo 26:26-29; Marcos 14:12-25; Lucas 22:7-23. El relato de la institución de la Cena.

-Los textos de los cuatro evangelios que cuentan la crucifixión de Cristo. No leer todo el relato. No leer veinte, treinta o cuarenta versículos, sino escoger uno solo o unos pocos, haciendo comentarios acertados, interesantes, penetrantes, edificantes, bien expresados y concisos que impactan.

-Hechos 2:42. Enfatizar la palabra “perseveraban.” Continuaban en la celebración de la Cena. Indica con frecuencia, no dejando que pasara mucho tiempo entre las ocasiones de celebrarse la Comunión.

-Hechos 20:7. El propósito primordial de congregarse los cristianos de Troas era partir el pan. Lo hicieron el primer día de la semana. Seguimos su ejemplo.

-Romanos 5:6 -11. “Cristo murió por nosotros.” -¿Quién dará su único hijo por una persona mala? Abundar; aplicar. –Justificados por su sangre. –Seremos salvos de la ira venidera. No pasar de diez a quince minutos, o más, exponiendo todo el pasaje, sino repartir las enseñanzas entre varios domingos.

-1 Corintios 5:7-8. Nuestra pascua es Cristo. La Cena es una fiesta. El significado de “nueva masa.” Cómo celebrar la Cena: con los panes “sin levadura, de sinceridad y de verdad.” Para celebrar la Cena dignamente, debemos ser sinceros y estar en la verdad. Se recomienda que se abunde sobre una sola de estas enseñanzas a la vez, es decir, no intentar profundizar en todas durante el transcurso de una sola celebración de la Cena, sino repartirlas entre varias celebraciones, pues cada una es de suma importancia y muy edificante cuando desarrollada adecuadamente.

-1 Corintios 11:17-34.

-1 Corintios 10:16-22.

-Efesios 1:15-23; 2:13-16; 3:14-19.

-Filipenses 2:1-11.

-Colosenses 3:1-4.

-Tito 2:11-15.

-Hebreos 3:1-6; 9:23-28; 10:10-25.

-1 Pedro 1:17-25.

-Apocalipsis 1:10-17. Resaltar el poder y la majestad del Cristo glorificado.

-Apocalipsis 5:11-14. El culto que los seres celestiales rinden al Cordero. Los cristianos en la tierra debemos alabarle con la misma reverencia.

-Apocalipsis 19:6-9. La Cena del Señor en la iglesia comparada con “la cena de las bodas del Cordero.”

9.        ¿Conviene permitir que participen de la Cena las personas que no son miembros de la iglesia?  Nota: Esto depende de la tradición de cada iglesia.

Desde luego, no es correcto que participen. De haber visitas siempre o casi siempre, conviene traer a menudo orientaciones al respecto, con mucho tacto, humildad y amor por las almas perdidas. No obstante, si participa una persona que no pertenece a la iglesia, ni el que oficia ni los que le ayudan cometerán pecado alguno. Con raras excepciones, las personas mundanas que acuden a nuestros cultos entienden, aun sin que se les instruya, que no tienen derecho a comer la Cena. Más bien, la problemática suele presentarse cuando nos visitan miembros de las sectas cristianas. De considerarse el sectario digno de participar de la Comunión, ¿por qué negárselo públicamente, ofendiendo sus sensibilidades y alejándole de la iglesia? Permaneciendo, quizás llegue al entendimiento del evangelio puro, corrigiendo sus errores y asegurando su salvación. Al participar de la Cena sin tener derecho de hacerlo, sencillamente, añade otro error a los que ya ponen en peligro su alma.

10.   Para que no coma la Cena algún inconverso, sectario o miembro infiel, ¿deben los que reparten los elementos retener siempre los recipientes en sus propias manos, no permitiendo que nadie los toque o que los congregados los pasen del uno al otro?

Este asunto es muy delicado. De proceder así, los que reparten los elementos de la Cena se hacen jueces de las almas congregadas, asumiendo, definitivamente, un papel que no les corresponde. “A mi juicio, esta hermana no anda en santidad. No le voy a servir la Cena. Aquel hermano, yo lo encontré en una mentira la semana pasada. No es digno de participar y no le voy a servir.” Y, ¿conoce usted íntimamente al alma de aquel hermano? Quizás se haya arrepentido sinceramente de su error. Quizás Dios le haya perdonado. ¿Quién es usted pare enjuiciarle? La instrucción divina dice: “Pruébese cada uno a sí mismo” y no que ejecuten juicios los que sirven la Cena. Reiteramos: si extiende su mano y participa cualquier persona indigna, la culpa es suya y no del hermano que anda repartiendo la Cena. Referente a disciplinar al miembro que anda desordenadamente, incluso, advirtiéndole el pecado de tomar la Cena hasta no rectificar él su andar, dicha responsabilidad atañe a los administradores de la congregación y no a los que reparten la Cena.

11.   ¿Es sabio advertirle muy a menudo a los seguidores de Cristo el peligro de comer y tomar condenación para sí, machacando constantemente sobre el punto?

Es sabio hacerlo de vez en cuando, pues el mismo Espíritu Santo lo hizo, diciendo, en el caso de la congregación en Corinto (1 Corintios11:29-30), “juicio come y bebe para sí”, añadiendo: “Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.”  Sin embargo, a nuestro parecer, hacerlo muy a menudo no conviene. ¿Por qué? Porque las fuertes advertencias, las duras reprensiones y las amenazas de “juicio y condenación”, repetidas a menudo, crean un ambiente cargado de temor, negativismo y depresión espiritual. ¿Cómo es posible que la Santa Cena sea una hermosa experiencia bien positiva, inspiradora, elevadora y edificante si el adorador se ve obligado a escuchar, casi constantemente. expresiones negativas y fuertes? Desde luego, si la mayoría de la congregación está bien descarriada y rebelde, se justifican las advertencias y amenazas frecuentes. Pero, hay cristianos que, al parecer, se deleitan en señalar lo negativo, haciéndolo su tema predilecto. Tal extremismo es perjudicial y contraproducente. El sabio administrador de la mesa del Señor procura el balance en sus comentarios y señalamientos, inclinándose más por el lado positivo que por el negativo, a menos que las circunstancias ameriten lo contrario.

12.       ¿Es necesario orar antes de partir el pan? Sí, hacemos bien al seguir el ejemplo de Cristo. Y, ¿antes de tomar la copa? Pues, desde luego. ¿No lo hizo Cristo?

a.     ¿Es aceptable pronunciar una sola oración por los dos elementos, dando gracias por el pan y la copa mediante una sola oración? Ya que Cristo no lo hizo, ¿con qué razón o lógica lo haríamos nosotros? ¿Acaso para acelerar la celebración de nuestra fiesta espiritual que es la Cena del Señor? Ciertamente, tal es la impresión que se transmite. “Basta con una sola oración por los dos elementos. ¿No hace falta ninguna redundancia.” ¡Mal pensado! ¡Mal hecho!   Cada elemento de la Cena es muy especial, con un significado muy particular. Cada uno merece que le demos la importancia que le corresponde. Lo logramos, en parte, bendiciendo el pan y bendiciendo, por separado, la copa (1 Corintios 10:16).

b.     ¿Es aceptable orar por el pan, luego, enseguida, orar por la copa antes de repartir el pan, para entonces repartir ambos elementos a la vez? Ya que Cristo no lo hizo así, ¿con qué razón o lógica hacerlo nosotros? Más bíblico es seguir el ejemplo del Señor. ¿Pecamos de no hacerlo, introduciendo cambios insignificantes que no alteren el significado de la Cena? Quizás no, pero ¿por qué arriesgarlo? ¡Tan fácil es seguir el ejemplo de Cristo! A propósito, los “cambios insignificantes” suelen encerrar factores significantes que, sí, afectan la calidad y la aceptabilidad de nuestro culto a Dios.

c. ¿Es aceptable que una hermana ore por el pan o la copa? Desde luego que no. Al orar ella en voz alta frente a la congregación, estaría ejerciendo dominio sobre los varones presentes.

d. ¿Quiénes cualifican para dirigir las oraciones por el pan y la copa? Sólo los varones fieles y santos.

e. En las oraciones por el pan y la copa, ¿qué se enfatiza? Todo lo concerniente al sacrificio del Señor y al significado de la Cena, ¡pero no todo en una sola oración demasiado larga!

f. ¿Es preciso excluir ciertos temas de las oraciones por el pan y la copa? Lógicamente, estas oraciones se limitan al acto de la Cena. Aprovechar la ocasión para orar por los enfermos, la obra evangelística, algún problema que aqueja a la iglesia, etcétera, no con­viene; no es apropiado. Tampoco es el momento indicado para enseñar, corregir y redargüir a la congregación mediante extensas plegarias.

13.   ¿Es necesario cantar un himno después de la Comunión? Aunque es cierto que Cristo y los apóstoles cantaron un himno después de la insti­tución de la Cena (Mateo 26:30), obviamente, el himno no es un elemento esencial para la cele­bración de la Santa Comunión. ¿Por que decimos “obviamente”? Porque la Cena, con o sin un himno, tiene el mismo significado y valor.

a. ¿Conviene cantar un himno después de la Cena? Conviene, a nuestro juicio, cantar un himno o traer algún comentario apropiado bien breve después de la Cena. Concluir sin decir ni siquiera una palabra alusiva al acto parecería algo seco. Se puede decir, por ejemplo: “Dios nos conserve en su Reino, ayudándonos a perseverar para que el próximo domingo podamos celebrar de nuevo esta fiesta.”

 b. ¿Conviene hacer la colecta inmediatamente después de la Cena?

        Y a que la Biblia no establece el orden del culto, se trata de un asunto opinable. Damos nuestro parecer. Quizás no convenga por la razón siguiente: si se establece la rutina de recoger la ofrenda tan pronto termine la Cena, algunos miembros, aun antes de que termine la Comunión, estarán sacando sus carteras o rebuscando en sus bolsillos el dinero para la ofrenda, pen­sando en la ofrenda cuando toda su atención debiera estar concentrada en la Santa Cena, pensando en lo material, pues la ofrenda es de dinero, cuando debieran estar concentrándose en lo espiritual (con la salvedad de que la ofrenda también tiene matices espirituales). Hemos observado esta misma circunstancia en las congregaciones que recogen la ofrenda tan pronto termine la Cena. El punto es que, prácticamente, se confunden los dos actos, la Cena y la Ofrenda.

        Algunas congregaciones recogen la ofrenda después de las clases bíblicas y antes de entrar de lleno en el culto. Otras la recogen después del culto. Ambos procedimientos son más sabios que el de recoger la ofrenda tan pronto termine la Cena.

14.       De reunirse una congregación el primer día de cada semana no solo por la mañana sino también por la tarde, o por la noche, ¿es correcto ofrecer la Cena del Señor en ambos cultos?

Sí, es correcto y es necesario, por la razón de que los feligreses que se ven impedidos a participar del culto celebrado por la mañana, tal vez puedan estar presentes en la reunión de la tarde o de la noche, o de no poder asistir a la segunda reunión, quizás les sea factible estar presentes para la primera. Por ejemplo, si el hermano Francisco se ve obligado a trabajar desde la 3:00 p.m. hasta la medianoche, digamos en una fábrica, ¿sería correcto privarle de la bendición de participar de la Cena, no brindándole la oportunidad de celebrarla en el culto llevada a cabo por la mañana? El sentido común nos dice que tal proceder no sería correcto sino arbitrario y perjudicial.

¿La Cena del Señor siempre "de noche"?

El primer día de la semana abarca veinticuatro horas, y no solo las horas de luz o las de oscuridad. Por lo tanto, la Cena del Señor puede celebrarse a cualquier hora del día o de la noche. No obstante, algunos hermanos aseguran que es necesario cele­brar la comunión de noche y que no debiera celebrarse de día, añadiendo los más extremistas que celebrarla de día es pecar. A continuación, examinamos sus argumentos.

A.   Afirman que la Santa Comunión debiera celebrarse de noche porque fue instituida de noche.

(1)  De hecho, la Cena del Señor fue instituida de noche. Pero, surge la interrogante: ¿escogió Cristo las horas de la noche para instituir la Santa Cena con la intención deliberada y premeditada de asentar un precedente para la iglesia, precedente que estaría vigente en todo lugar durante toda la Era Cristiana? No hay evidencia alguna en la Biblia de que lo hiciera así, ni en los relatos de la institución de la Cena ni en las referencias subsiguientes a ella. En la Biblia, nunca se señala la necesidad de celebrar la Cena “de noche”. No se le da ninguna importancia al detalle “de noche”. No hay ninguna explicación de por qué hubiese que celebrarla “de noche” y nunca “ de día”. ¿Tienen las tinieblas de la noche algo que ver con el significado y el valor de la Santa Cena? ¿La hacen más espiritual, más sublime, más relevante?

(2)  ¿Acaso recibiese Cristo órdenes del Padre, instruyéndole sobre la necesidad de instituir la Cena “de noche”? O, ¿simplemente aprovechó Cristo la Pascua judía y las circunstancias propicias de la ocasión para instituir la Santa Cena? “Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles” (Lucas 22:14) ¿Fue determinante y decisivo el factor de “la hora”? O, ¿fue meramente accidental el factor de la hora? De haber sido tan importante el factor de la hora del día o de la noche, nos veríamos obligados a determinar exactamente a qué hora Cristo instituyó la Cena, para nosotros celebrarla a la misma hora. “Cuando era la hora.” ¿Qué hora exactamente?

Sin duda alguna, el factor de la hora fue accidental. Considere: en la institución de la Cena observamos otras circunstancias meramente accidentales.

                       a.            La Cena del Señor fue instituida en un aposento alto (Lucas 22:10-12). ¿Debemos, por lo tanto, siempre celebrarla en un aposento alto? ¿Pierde la Cena su significado y valor si no la celebramos en un aposento alto? ¿Pecamos si no la celebramos en un aposento alto? ¿Qué harán las congregaciones que no pueden disponer de un aposento alto? La iglesia de Troas celebró la Cena en un “tercer piso” (Hechos 20:7-12).  ¿Debemos imitar su ejemplo, bajo pena de condenación de no hacerlo? Estas preguntas sirven para resaltar el hecho de que el aposento alto era una circunstancia accidental cuando Cristo instituyó la Cena. El lugar es de poca o ninguna importan­cia. En centenares de miles de pueblitos y aldeas a través del mundo, ¡ni siquiera hay edificios o casas de dos o más pisos! La Santa Cena la podemos celebrar a la sombra de un árbol, a la orilla de un río, de un lago o del mar, en una casa de familia, en un barco, en fin, en cualquier lugar propicio para el evento.

b.            La Cena fue instituida durante la cena pascual de los judíos. La cena pascual de los judíos era una cena de verdad donde los participantes se alimentaban. ¿Es, por consiguiente, indispensable que celebremos la Cena del Señor como parte de una cena cuyo propósito es saciar el hambre y la sed? ¡Absolutamente que no! Los cristianos en Corinto cayeron, precisamente, en este tipo de error, siendo censurados duramente. “Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor. Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga. Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo” (1 Corintios 11:20-22).

c.            Después de instituirse la Cena, Cristo y los apósto­les cantaron un himno. ¿Debemos, por deducción, cantar un himno porque ellos lo hicieron? No necesariamente. Se trata de otro detalle accidental. (Ver el número trece arriba.)

d.            Mateo 26:20 dice: Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce”. ¿Estaba el Señor asentando precedentes inviolables? ¿Quiere decir que tan pronto llega la noche, todos los miembros de una iglesia debieran estar congregados para comer la Santa Cena, de inmediato, a la hora que llega la noche, ni antes ni después? En algunos lugares, las iglesias celebran un solo culto los domingos y lo hacen por la tarde, a las dos p.m., o quizás a las tres, a las cuatro o a las cinco p.m. Algunas congregaciones escogen las horas de la tarde por razones de seguridad, porque algunos miembros tienen que viajar lejos o porque reciben el apoyo de hermanos que vienen de otras congregaciones. En estos casos, no ha llegado la noche. Por lo tanto, ¿debemos denunciar a los hermanos que celebran la cena por la tarde como pecadores? ¡Claro que no lo son! Al instituir la Cena “de noche”, Cristo no estaba asentando un precedente según el cual todos los cristianos en todo lugar debieran celebrar la Cena siempre “de noche”.

            A propósito, ¿cuándo llega la noche? ¿Cuándo se pone el sol? O, ¿cuándo ya no se puede ver la luz del sol en los cielos? En el Ártico y el Antártico, pasan semanas sin que se ponga el sol. ¿Cómo celebrarían los esquimales la Cena “de noche” en medio de tales circunstancias? Obviamente, el factor de la hora no es determinante. No se trata de un precedente, de un patrón, inviolable.

e.            Fíjese también en los detalles “se sentó a la mesa.” Cristo (1) se sentó (2) a la mesa.” ¿Se encuentran otros precedentes inviolables en estos detalles? ¿Deben todos los miembros de una congregación sentarse a una mesa para comer digna y correctamente la Cena? ¿Acercar sus sillas a una sola mesa, pues dice “la mesa” y no dos o más, y sentarse? ¡Cuán larga sería la mesa para una congregación con una membresía de cuatro cientos! De no haber mesa o sillas, ¿pecarían los cristianos que comieran la Cena de pie?

¿Celebrar la Cena los jueves?

 (3)             Si Cristo fue crucificado el día viernes, entonces la Santa Cena fue instituida el jueves por la noche. ¿Significa que los cristianos debiéramos celebrarla el día jueves por la noche? El Espíritu Santo no llegó a semejante conclusión, pues instruyó a la congregación en Troas a celebrarla el primer día de la semana (Hechos 20:7). Lo que el apóstol Pablo enseñaba por el Espíritu en una iglesia, lo enseñaba en todas las iglesias. “Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias(1 Corintios 4:17). Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones” (1 Corintios 14:33-34). “En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en todas las iglesias de los santos(1 Corintios 16:1). Se deduce que el Espíritu Santo enseñaba a todas las iglesias a celebrar la Cena del Señor “el primer día de la semana.” Y con razón, pues Cristo resucitó el primer día de la semana y la iglesia fue establecida el primer día de la semana. En cambio, el jueves era el día de la traición y del arresto de Jesús.

El ejemplo de la iglesia en Troas.

B.     Los hermanos quienes aseguran que la Cena la hay que celebrar de noche, citan el ejemplo de la iglesia en Troas, observando que, allá y en aquel entonces, la congregación se reunió de noche para conmemorar la muerte de Cristo. “Había muchas lámparas en el aposento alto.” Pablo “alargó el discurso hasta la medianoche.” “Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba” (Hechos 20:7-12).

(1)  Cabe preguntar que si este ejemplo, por sí solo, constituye prueba suficiente para establecer una doctrina, a saber, “la Cena siempre de noche.” ¿Había instruido el Espíritu Santo a la iglesia en Troas a reunirse después del oscurecer, bajo pena de censura y condenación de no hacerlo? Los argumentos desarrollados en la sección “A” arriba para probar que “la noche” era una circunstancia accidental cuando Cristo instituyó la Cena y no un precedente espiritual inviolable, son aplicables también al caso de la iglesia en Troas. “El primer día de la semana” abarca veinticuatro horas. La hora particular de celebrarse la Santa Cena queda a discreción de los administradores de cada congregación. Ellos determinan la hora de acuerdo con las circunstancias que afectan a la membresía. En Troas, los encargados de la congregación determinaron reunirse de noche. Troas era una ciudad importante de la provincia de Asia del Imperio Romano. Ciudad gentil; ciudad pagano; ciudad donde, con toda probabilidad, muchos de los habitantes eran esclavos; ciudad donde tanto amos como esclavos estarían trabajando durante las horas diurnos del primer día de la semana. ¿Es cosa extraña que la iglesia en Troas se reuniera de noche? Sin lugar a dudas, las circunstancias particulares de la iglesia en Troas determinaron la hora de reunirse y no algún mandato del Espíritu Santo.

(2)  Surgen otras interrogantes e inquietudes, tales como: ¿qué calendario o sistema para medir el tiempo, el judío o el romano, utilizaban los cristianos en Troas? Para ellos, ¿comenzaba el día con la puesta del sol (el sistema judío)? De haber sido así, enton­ces ¡estaban congregados el sábado por la noche!, según el sistema romano, siendo también el nuestro, de medir el tiempo. El día judío se componía de la noche, la cual comenzaba con la puesta del sol, y las horas diurnas que la seguían. Por consiguiente, las primeras horas de la noche del primer día de la semana judío correspondían a las primeras horas de la noche del día sábado romano. ¿Cuál calendario debemos seguir los cristianos del presente? ¿Debemos iniciar cada día con la puesta del sol, como lo hacían los judíos, y reunirnos los sábados por la noche para partir el pan?

¿Con qué justificación nos enredamos en todos estos pormenores y especulaciones? Este tipo de controversia estéril va en contra de Gálatas 4:6-8, donde el Espíritu Santo advierte el peligro de guardar los tiempos. “Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.” Lamentablemente, en la actualidad, hay hermanos empeñados en esclavizar a las iglesias a “los débiles y pobres rudimentos.” Ejemplo clásico de ello lo encontramos en la doctrina de siempre comer la Cena del Señor “de noche”. Su afán de convertir todo detalle circunstancial en “patrón”, precedente divino o ley inspirada no es loable. Más bien, lo que hacen es dividir y esclavizar.

(3)  Referente al ejemplo de Troas, de nuevo vemos, además de la hora, otros factores puramente circunstanciales.

a.    Los miembros en Troas se reunieron en un “aposento alto” (Hechos 20:8). ¿Debemos, por consiguiente, reunirnos en un aposento alto para que la Cena no pierda validez? (Ver la partida A., 2., a. arriba)

b.    Había “muchas lámparas” que alumbraban el aposento alto (Hechos 20:8). ¿Es, por lo tanto, imprescindible que utilicemos lámparas y no velas o bombillas eléctricas para alumbrar el lugar donde celebramos la Cena? Responder que sí rayaría en lo ridículo.

Santa “Cena” y no “santo desayuno” o “santo almuerzo”

C. Los cristianos decididos a formular leyes espirituales que descansan solo en circunstancias accidentales arguyen que se trata de “la santa Cena del Señor” y no del “santo desayuno” o del “santo almuerzo”. De nuevo, cuestionamos la validez de sus argumentos. Considere

(1)  La “Cena del Señor” es un acto espiritual y no carnal; simbó­lico y no literal. Por lo tanto, la palabra “Cena” no hay justificación para interpretarla carnal y literal­mente, ya que se encuentra en un contexto simbólico y espiritual.

        (2)  Si la palabra “cena” en 1 Corintios 11:20 es simbólica, to­marla literalmente sería errar en la interpretación del pasaje. Asimismo la toman los que enseñan “la Cena del Señor siempre de noche”: ¡literalmente, como si se tratara de una cena común y corriente!

        (3)  Si hay que celebrar la Santa Comunión “de noche” porque el texto bíblico dice “cena”, pues por la misma lógica y por la misma razón, debemos traer a la mesa del Señor, no meramente unos pedacitos de pan sin levadura y vasitos del fruto de la vid, sino suficiente comida y bebida para saciar el hambre. Así es una cena literal. Pero, la “Cena del Señor” no es una cena literal. Por consiguiente, no es preciso traer mucha comida ni es necesario celebrarla de noche.

        (4)  ¿Cómo se sabe que la “Cena del Señor” no es una cena literal?

a.    Porque Lucas 22:20 explica que la Santa Comunión fue insti­tuida “después que hubo cenado” Cristo. “Después que hubo  cenado” cla­ramente demuestra que la comunión instituida por Cristo no era una cena cualquiera. Ya habían cenado, literalmente, Jesús y los apóstoles cuando el Señor instituye la Cena espiritual en memoria de su cuerpo y sangre. La Cena del Señor sería una “cena” simbólica y, por lo tanto, no regida por las circunstancias y los propósitos de una cena literal.

b.    Sabemos que la Cena del Señor no es una cena literal justamente porque el apóstol Pablo censura a los cristianos en Corinto por hacer de la Cena espiritual una cena literal. “¿No tenéis casas en que comáis y bebáis”? (1 Corintios 11:22). Podían conmemorar la muerte del Señor comiendo un pedacito de pan y tomando un poquito del “fruto de la vid”. No era necesario “cenar” en sentido literal, comiendo y bebiendo para saciar el hambre y la sed. Ni tampoco era necesario reunirse “de noche” para comer la “cena del Señor”, pues el vocablo “cena”, en el contexto espiritual, había perdido su significado literal.

c.    Se sabe que la Cena del Señor no es una cena literal porque la Cena del Señor se celebra solo el primer día de cada semana. En cambio, la cena común y corriente se come todos los días de la semana.

(5). El vocablo “cena” se usa simbólicamente no solo en 1 Corintios 11:20 sino también en otros pasajes bíblicos.

a.       Apocalipsis 3:20. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo”. ¿Entra y cena Cristo solo “de noche” porque el texto dice “cenaré”? iCuán absurdo! En este sentido figurado, Cristo cena a cualquier hora del día y de la noche con los que le oyen y le abren la puerta de su corazón. De igual manera, ¡podemos “cenar” con Él, mediante la Santa Comunión, los domingos a cualquier hora del día o de la noche! La Cena del Señor es simbólica y no literal.

b.       Apocalipsis 19:9. “Y el ángel dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero.”  Pero, en la tierra nueva, donde los salvos cenaremos con Dios, “no habrá noche” (Apocalipsis 21:25). Pues, ¡qué maravilla! ¡No podremos “cenar” en el cielo, “pues allí no habrá noche”!

(6). La evidencia de la historia antigua en cuanto a la hora de celebrarse la Cena del Señor

Datos históricos.

a.      El famoso escritor y administrador romano Plinio el Joven (murió en el 113 d.C.) escribe: “Los cristianos afirmaron, no obstante, que no tenían ninguna falta o error, sino la costumbre de reunirse un día fijado, antes del alba...” (“Cartas” dirigidas a Trajano, Tomo 10, capítulo 96).

-¿Cuál fue el “día fijado”? Sin duda, el primer día de la semana, conforme a Hechos 20:7.

-¿Por qué se reunían “antes del alba”, es decir, muy temprano por la mañana, antes de aparecer el sol en el horizonte? Posiblemente, porque eran esclavos un número no pequeño de los cristianos. Sujetos a servidumbre, se veían obligados a trabajar durante las horas diurnas y quizás parte de la noche. Entre los cristianos que no eran esclavos, los que eran jornaleros, dueños de negocios, agricultores u oficiales tampoco tendrían libre todo el primer día de la semana, pues se trata de la época antes de la conversión del emperador Constantino, cuando el primer día de la semana era un día de trabajo cualquier. Al abrazar Constantino el cristianismo, pronunció “sagrado” el primer día de la semana, librando a los cristianos de la necesidad de trabajar los domingos.

b.       Justino Mártir (griego convertido a Cristo, filósofo y apologista de la iglesia del segundo siglo d.C. Murió en el 165 d.C.). “El día llamado domingo, todos los que viven en la ciudad, o en alguna área rural, se congregan en un solo lugar”. Anote: este testigo no dice que los cristianos de su época se congregaran cada domingo solamente por la noche. Referente a la Santa Cena, dice: “Habiendo dado gracias por los elementos, se hace una distribución a cada persona, y los diáconos los envían a los que se encuentran ausentes” (Apología 1, página 67). Este último detalle, “los diáconos los envían a los que se encuentran ausentes,” constituye evidencia circunstancial para la celebración de la Cena de día y no de noche. Considere: en aquel tiempo, cuando no había automóviles, ¿hubiese sido factible o práctico enviar los elementos de la Cena a los ausentes, aun a los que vivían “en alguna área rural”, después de un culto que terminara a las ocho p.m., o más tarde por la noche?

c.      Tertuliano (teólogo, moralista y defensor del cristianismo, murió en el 220 d.C.) “El sacramento de la eucaristía lo tomamos en las congregaciones antes del amanecer (“Sobre la corona”, III, 3). Ya para el tiempo de Tertuliano, se utilizaba ese vocablo “sacramento” en referencia a la Santa Cena. Pero, en cuanto a la hora de celebrarla, el testimonio es inconfundible: “antes del amanecer.” Entonces, ¿qué diremos? ¿Erraron los cristianos de aquel tiempo al comer la Cena “antes del amanecer”? Bien temprano por la mañana, ¿comían la Sana Cena o un “santo desayuno”?

¡Tampoco el primer día de la semana!

D.     Los que respaldan la doctrina de “la Cena siempre de noche” traen todavía otro argumento, diciendo: “Si el ejemplo bíblico no establece el pre­cedente o patrón de celebrar la “Cena del Señor" siempre de noche, pues entonces, lógicamente, tampoco establece el patrón de celebrarla el primer día de la semana”.

Nos parece incorrecta su conclusión por la razón siguiente: al recibir los discípulos del Señor la orden “Haced esto en memoria de mí,” era necesario fijar algún día para la celebración. Pero, no existía razón o propósito alguno que obligara a que se fijara una hora determinada.

De haber querido el Espíritu Santo establecer una hora determinada y exacta para la celebración de la comunión, tal vez hubiese seleccionado las tres de la tarde, la hora cuando expiró Cristo en la cruz, o las seis de la madru­gada, ya que la resurrección ocurrió al amanecer del primer día de la semana. En realidad, el Espíritu de Dios no establece ninguna hora específica para la Cena del Señor, ni tampoco legisla su celebración “siempre de noche.” .

¿Quién escogió el primer día de la semana para la celebración de la Santa Cena? ¿Lo hicieron los cristianos del primero siglo por su cuenta? Muy dudoso. ¿Quién los enseñó a celebrarla el primer día de la semana y no el sábado, el día sagrado de los judíos, o el jueves, el día cuando Cristo la instituyó? Sin duda, el Espíritu Santo se lo enseñó, a través de los apóstoles. ¿Por qué el primer día de la se­mana? Ya lo hemos indicado: porque Cristo resucitó el primer día de la semana (Marcos 16:1-2), porque la promesa de Cristo referente a la manifestación del Espíritu Santo se cumplió el primer día de la semana, porque el evangelio fue predicado con poder el primer día de la semana y porque la iglesia fue establecida el primer día de la semana (Hechos, los capítulos uno y dos).

Al participar de la mesa del Señor el primer día de cada semana, ¿estamos guardando, efectivamente, un día en particular, teniéndolo como más sagrado que los demás días? De cierto, no lo guardamos teniéndolo como más sagrado que los demás días. Definitivamente, en el calendario del cristiano maduro, el domingo no es más sagrado que los demás días de la semana (Romanos 14:1-12). Para el cristiano maduro todos los días son iguales, pues todos son sagrados, siendo el tiempo mismo “sagrado”, un don de Dios que nadie debiera despreciar o desperdiciar. Los cristianos debemos ser tan santos el lunes, como el domingo, como el viernes.

15.    ¿Es necesario estar de rodillas para comer el pan y tomar la copa dignamente?

            No hay ningún mandamiento o ejemplo en la Biblia al respecto. Por lo tanto, no nos conviene ser exigentes o dogmáticos en cuanto a este particular. La posición del cuerpo físico –que si sentado, parado o arrodillado- no es de gran importancia. Lo que, sí, importa grandemente es la condición del corazón, el estado del espíritu y la preparación de la mente. En el evangelio de Juan, el capítulo trece, donde se relata la historia de la institución de la Santa Cena, se informa, en el versículo 25, que el apóstol amado, o sea, Juan, estaba recostado cerca del pecho de Jesús”. No estaba arrodillado sino recostado”, conforme a la costumbre de aquellos tiempos de recostarse para comer. Según Mateo 26:20, Cristo se sentó a la mesa con los doce.” Cuando instituyó la Santa Cena, no los mandó a arrodillarse. Pues, tampoco tiene ningún hermano del tiempo presente la autoridad de mandar a arrodillarse a los cristianos que se disponen a comer la Cena del Señor.

16.    ¿Qué tipo de pan se pone sobre la mesa del Señor?

    Siguiendo el ejemplo de Cristo y de la iglesia primitiva, utilizamos pan sin levadura, el cual representa, apropiadamente, el santo y puro cuerpo de Cristo, el Cordero de Dios sin mancha o defecto. Las palabras de 1 Corintios 5:5 enseñan, por implicación, el uso del pan sin levadura. Pablo exhorta: “celebremos la fiesta... con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”. “La fiesta” es la Santa Comunión. Empiece a que los “panes sin levadura” de este pasaje son sim­bólicos, pues claramente se dice que representan la sinceridad y la verdad, ciertamente el uso de la frase en conexión con la Cena constituye evidencia circunstancial fuerte para el uso de pan sin leva­dura en la celebración de la comunión.

a. ¿Cómo se prepara el pan sin levadura? Se hace una mixtura de harina de trigo y agua, o quizás aceite puro. Luego, se cocina la masa. No se le echa ninguna clase de levadura. “Levadura: Sustancia para fermentar y levantar la masa. En épocas bíblicas se usaba para ello un trozo de masa agriada” (Nuevo diccionario bíblico ilustrado, CLIE, página 666).

17.         ¿Cuántos panes debemos poner en la mesa del Señor? El Nuevo Testamento nada dice al respeto. Algunos disienten citando 1 Corintios 10:17 donde Pablo escribe: “Siendo uno sólo el pan”. ¿Quiere decir el apóstol que debiéramos poner un solo pan sobre la mesa del Señor? Desde luego que no. Se trata, como bien explica el texto, no del pan literal sino de Cristo mismo. Dice: “Todos participamos de aquel mismo pan”. “De aquel”. ¿De cuál? iDe Cristo!

    La iglesia en Jerusalén llegó a tener muchos miles de miembros (Hechos 2:41; 5:14; 6:1,7). De haber recibido la congregación mandato de poner un solo pan literal sobre la mesa del Señor, cuán enorme hubiera sido ese pan! Cristo uno sólo es, y la iglesia es una y universal. Si la iglesia universal tiene que comer de un solo pan como manifestación de su fe única en un sólo Cristo, ¡cuán grande tendrá que ser ese pan! iTotalmente imposible le será a la iglesia universal lograr semejante manifes­tación de su fe! Pero, ¿por qué traer más de estas trivialidades? No importa el número de panes, ni la forma que tenga el pan, que si redondo o cuadrado, sino la condición del corazón del adorador que come el pan, y su propósito al hacerlo.

 18.         ¿Cuántas copas debemos poner sobre la mesa del Señor?

    Esta pregunta es de la misma naturaleza que la anterior. ¿Qué importa más, la copa o lo que representa? Sin embargo, algunos cristianos insisten en que todos los miembros de cada congregación debieran tomar de una sola copa, de un solo recipiente. Cabe preguntar: ¿por qué solo los miembros de cada congregación y no todos los miembros de toda la iglesia universal? Si toda la iglesia ha de manifestar su fe en un solo sacrificio, tomando todos los miem­bros de una sola copa, entonces, dado que la iglesia es universal, todos los  miembros en todo el mundo debemos tomar de una sola copa. En realidad, la iglesia universal bebe de una sola copa, es decir, de la sangre del Señor, y come un solo pan, el cuerpo de Cristo. El número de copas o platillos utilizados para repartir la Cena en cada congregación no tiene im­portancia, como tampoco tiene importancia vital el púlpito sino el mensaje, los himnarios sino las palabras de los himnos, las sillas sino los que las ocupan o el local de reunión sino los adoradores.

Durante el acto de instituir la Cena, ¿tomaron Cristo y los apóstoles de una sola copa? ¿De un solo recipiente? Las palabras de Lucas 22:17 nos enseñan que no lo hicieron. “Y habiendo tomado la copa dio gracias, y dijo: tomad esto, y repartidlo entre vosotros”. Se implica que el fruto de la vid fue preparado en un sólo recipiente, “la copa”. Entonces, Cristo instruye a los apóstoles a repartir el contenido. Preste mucha atención a la fraseología exacta del versículo. Cristo no dice “tomad esta, y repartidla entre vosotros”, como refiriéndose a la copa misma, al recipiente literal, sino que dice “tomad esto, y repartidlo entre vosotros”, refiriéndose al contenido de la copa.  De cierto, el verbo “repartir” indica que los doce debieran dividir el contenido de la copa entre sí, no tomando cada uno tragos del mismo envase, sino echando cada uno una porción del fruto de la vid en su propio vaso. De esta manera, todos tomaron del mismo elemento, el fruto de la vid que simboliza la san­gre del Señor. El número de copas individuales, su tamaño, el material de que son hechas, que si de oro, plata, cristal o barro, son factores secundarios de ninguna importancia.

Escribe Homero Shappley de Álamo

 “¿Un solo pan y una sola copa?”

(Se analiza la doctrina según la cual todos los miembros de
una congregación debieran tomar el fruto de la vid
de una sola copa.)

Por Hugo McCord

            Algunos buenos cristianos han llegado a la conclusión que todas las personas presentes en una audiencia en el tiempo presente (Nota del traductor: Se sobreentiende que se trata de todos los miembros de una congregación reunidos para la cena del Señor el primer día de la semana.) deben tomar de un solo recipiente, es decir, de una sola copa o visito, porque Jesús, al celebrar su última pascua, tomó una copa “del fruto de la vid” (Lucas 22:18), y, entregándose a los doce apóstoles, dijo: “Bebed de ella todos” (Mateo 26:27).

            Benditos sean sus corazones, no comprenden que asegurar que todos beban de un solo recipiente, un recipiente del cual beben todos, ¡no es celebrar la cena del Señor! Las Sagradas Escrituras no enseñan a “discernir el número de copas” sino a “discernir el cuerpo del Señor” (1 Corintios 11:29). Estos cristianos sinceros, en su deseo encomiable de hacerlo todo conforme a la Biblia, desaciertan completamente, quizás involuntariamente, el significado bíblico del vocablo “copa” en la cena del Señor.

            El recipiente no tiene nada que ver con la cena del Señor. Solo sirve como medio para llevar el “fruto de la vid” (Lucas 22:18) a la boca de la persona (del celebrante). Al tomar Jesús “la copa”, dando “gracias” y diciendo: “Tomad esto, y repartidlo entre vosotros” (Lucas 22:17), no estaba diciendo que partieran en doce pedazos la copa literal que tenía en su mano, sino que doce bocas debieran beber, cada una, una porción del fruto de la vid. Al decir Jesús: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre” (Lucas 22:20), no se refería a la copa literal en su mano, sino a su “contenido” (El léxico griego de Thayer, página 533).

            Al escribir Pablo que los cristianos debieran beber “la copa” (1 Corintios 11:26), el vocablo “copa” ya había perdido su significado material de recipiente, refiriéndose solo al “fruto de la vid.” De igual manera, cuando Pablo escribió que la “copa” es “la comunión de la sangre de Cristo”, de nuevo el vocablo “copa” ha perdido su significado material de recipiente, refiriendo solo al “contenido de la copa” (1 Corintios 10:16, El léxico griego de Thayer, página 533, Lucas 22:20), o sea, al “fruto de la vid.”

            Además, aquellos cristianos sinceros mal orientados quienes apoyan un solo recipiente para la congregación, no comprenden que, bíblicamente, todos los cristianos de todas las congregaciones en todo el mundo beben “una copa”, ¡pero no los recipientes! Hubiese sido difícil para Pablo, estando en Éfeso, beber del mismo recipiente del cual bebían los cristianos en Corinto, a 340 kilómetros de Éfeso.

            Bíblicamente, hay solo una copa, la cual significa el fruto de la vid y no un solo recipiente. Todos los cristianos en todo el mundo parten el pan y beben el fruto de la vida el primer día de la semana (Hechos 20:7). “Nosotros (Pablo, con todos los cristianos en todo lugar), con ser muchos, somos un cuerpo” (1 Corintios 10:17). Todos participamos de “una copa,” no teniendo que ver el factor de ubicaciones geográficas. Dos manuscritos griegos (F y G) de 1 Corintios 10:17 dicen: “Nosotros, los muchos, somos un cuerpo, y todos nosotros participamos de un pan y de una copa.”

            Se podía escoger entre dos panes, a saber, pan con levadura y pan sin levadura, pero el pan de la pascua que Jesús usó era pan sin levadura (Éxodo 12:8, 15; 23:15; 34:18). El pan sin levadura Dios lo había estipulado para la pascua como “pan de aflicción,” un recordatorio para los israelitas de su cautiverio en Egipto (Deuteronomio 16:3-4). En la cena del Señor, Jesús usó ese pan, diciendo: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo” (Mateo 26:26), aquel cuerpo que Pilato “azotó” (Juan 19:1), aquel cuerpo que soportó la “corona de espinas” (Juan 19:2), aquel cuerpo que fue clavado en la cruz (Marcos 15:25), aquel cuerpo que fue abierto “con una lanza” (Juan 19:34).

            Se podía escoger entre distintas copas (de jugo de naranjo, jugo de manzana, etcétera), pero Jesús escogió la que había en la mesa, el “fruto de la vid,” diciendo a sus apóstoles: “Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo testamento” (Mateo 26:26-27). Después de que los apóstoles hubiesen comido el pan y tomado la copa, aún estaba presente a la mesa el cuerpo entero de Jesús, con su sangre, y esto significa que el pan y el fruto de la vida representan el cuerpo y la sangre del Señor, y que la cena del Señor ha sido ordenada por Dios para que se cumpla la petición de Jesús: “Haced esto en memoria de mí” (1 Corintios 11:24).

Fuente: editoriallapaz.com, Usado con permiso.

 
Presentamos al Rvdo. John Abels y el sermón expositivo.

Presentamos al Rvdo. Gilberto Abels y su ministerio internet.

   

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