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La Cena del Señor (Este tema es el primer capítulo del libro "Ministros competentes del Nuevo Testamento", revisión de 2001) Apreciamos este estudio minucioso acerca de la Cena del Señor, reconociendo que representa las prácticas de la Iglesia de Cristo. 1. ¿Tiene mucha importancia la Cena del Señor? Para el cristiano maduro, quizás suene demasiado elemental esta pregunta. Ya que Cristo la ordenó, la Santa Cena debe tener gran importancia para todo cristiano. “Haced esto en memoria de mí.” Se reviste de importancia trascendental porque es la conmemoración del sacrifico del Hijo de Dios en la cruz, y porque es “la comunión de la sangre de Cristo... la comunión del cuerpo de Cristo” (1 Corintios 10:16). En los cultos celebrados cada domingo, la Cena debe ser el acto principal de adoración.
1. Hacer de ella un mero rito repetitivo, un ritual, un acto carente de significado. 2. Celebrarla con la mayor rapidez posible, relegándola a un plano secundario. 3. No prepararse adecuadamente para ella el hermano designado para administrarla. 4. No preparar a la congregación. 5. Celebrarla sin pronunciar palabras o citar textos que resalten su importancia. 6. Celebrarla con sequedad, haciendo de ella un acto soso, frío, sin vida. 7. Referente a ella, decir siempre las mismas palabras o leer el mismo texto todos los domingos, sin variar. 8. Remover la mesa del Señor del lugar céntrico que le corresponde en el culto.
2. ¿Cómo deben comportarse los miembros de la iglesia durante la Santa Comunión?
3. ¿Quiénes cualifican para oficiar a la mesa del Señor? Sólo los varones cristianos fieles, y no los faltos de buen testimonio, los tibios o los que no se congregan con regularidad a. ¿Cualifica para oficiar una hermana? Desde luego que no. “Oficiar” o “administrar” implica, necesariamente, tomar autoridad o dominio. De oficiar la Cena una hermana, estaría ejerciendo dominio sobre los varones cristianos presentes, acto censurado por el Espíritu Santo en 1 Timoteo 2:12. “No permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.” Pero, arguyen algunos hermanos, si los ancianos o los administradores de la congregación la autorizan, entonces ella no estaría ejerciendo dominio sino acatando la voluntad de los varones responsables. Replicamos que los “varones responsables”, tengan el puesto que tengan, no cuentan ellos mismos con la autoridad de autorizarle a una hermana a “ejercer dominio sobre el hombre.” Si el Espíritu de Dios ha advertido a las hermanas que no lo hagan, ¿cómo se atreven algunos varones líderes a decir que sí, que lo pueden hacer? b. ¿Es aceptable que las hermanas de buen testimonio sirvan la Cena a la congregación, repartiendo el pan y el fruto de la vid, sin decir ni siquiera una palabra? A primera vista, quizás parezca una acción totalmente válida para las damas cualificadas. Estarían sirviendo y no dominando a nadie. Sin embargo, considere el factor sexual. Consabido es que al varón le seduce más su vista, cuando de la atracción sexual se trata, que a la mujer. El varón presta más atención a la apariencia, a lo físico, de la mujer. En cambio, a la mujer le atrae no tanto lo físico del varón sino su forma de ser, por ejemplo, el trato tierno y respetuoso. Se levantan dos damas, o cuatro, caminan hacia el frente, se paran frente a toda la congregación, reciben los recipientes con los elementos de la Santa Comunión, luego caminan sirviendo a los feligreses. Los varones menos maduros y los mundanos se fijan en ellas, tal vez evaluándolas carnalmente, quizás sin querer hacerlo. Aun las damas cristianas menos maduras y las mundanas se fijan en ellas, haciendo, quizás sin querer, evaluaciones de su apariencia física: maquillaje, peinados, joyas, vestidos y otros detalles. Pero, se contiende, como quiera las vamos a ver, sea antes del culto, o durante o después. Claro, mas no en el despeño de un ministerio formal en presencia de toda la congregación. ¿Quién se atreve a sostener que no haya ninguna diferencia entre las circunstancias? Hoy, domingo, reparten la Cena cuatro damas. El próximo domingo, la reparten cuatro varones. ¿Quién afirmará que la reacción de los presentes a las cuatro damas y a los cuatro varones será exactamente la misma? Entonces, ¿por qué aumentar las tensiones sexuales poniendo las damas a servir en presencia de toda la congregación? ¿Por qué no evitar, más bien, reacciones indeseables? Pero, se replica, es que no debiera haber ninguna reacción carnal a los que ministran frente a la congregación. Correcto; sería lo ideal. Sin embargo, estamos en cuerpos de carne y sangre. Eliminar totalmente todo sentimiento, emoción y reacción carnal a la presencia y los movimientos de otros seres que ocupan cuerpos carnales, es casi imposible. Posible, quizás, para los más espirituales, pero ¿qué diremos de los menos espirituales, los débiles y los patentemente mundanos? Pero, responden algunos, nunca cruzará por la mente de los espirituales ni el más fugaz pensamiento de índole carnal, aunque camine frente a la congregación sirviéndola una hermana muy linda, esbelta y bien vestida. Quizás no, pero hay que ser sabio y realista: ¿cuántos varones la mirarán como si fuera un banco, un púlpito o cualquier objeto inanimado? Y no solo los varones sino ¿cuántas damas la mirarán de la misma manera? Pero, objetan, ¡qué nadie se fije en los que sirven, sean damas o sean varones! ¡Qué miren al piso o al techo! Y siguen las porfías. Pero, ¿por qué tanta insistencia? ¿No tienen las damas suficientes ministerios espirituales? ¡Tienen demás! Nunca pueden cumplir con todos los que les corresponden bíblicamente. Entonces, ¿por qué el empeño de asignarles ministerios dudosos o controversiales? ¿Acaso para satisfacer al fuerte elemento feminista que socava las culturas modernas? ¿Por qué presionan algunas damas para que le den participación en la repartición de la Cena? ¿Acaso para sentirse útiles, para llenar un vacío en su alma, un vacío que existe porque no hacen en la iglesia lo que pueden hacer legítimamente? Hay mujeres cristianas maduras, en términos de años de edad, casadas y con hijos, que no quieren enseñar, o no se atreven a enseñar a las mujeres jóvenes, de acuerdo con el mandato de Tito 2:2-4. Sin embargo, presionan para que les pongan a desempeñar algún ministerio frente a la congregación. Cuestionamos su madurez espiritual y ponemos en tela de juicio sus motivaciones. Se complica este asunto todavía más. Al recibir las damas permiso para repartir los elementos de la Cena, surge la problemática de las modas, del maquillaje, de los adornos y de los peinados. ¿Pueden servir las hermanas que usan pantalones ceñidos al cuerpo, faldas cortitas, escoltes bajitos o cualquier otro estilo llamativo? ¿Pueden servir las que tienen el pelo cortitito, lucen muchas joyas o se embarran de maquillaje? ¿Quién o quiénes asentarán las directrices? Lo cierto es que poner a las damas a repartir la Santa Cena es darle al adversario “ocasión de maledicencia” y provocar, sin justificación alguna, controversias contraproducentes y, peor aún, divisiones. ¿Dividir a una congregación del Señor por causa de este detalle? ¡Inconcebible! ¡Ay de aquellos que lo hagan! d. Cuando de presidir la mesa del Señor se trata, ¿cualifican los jóvenes o los neófitos de buen testimonio? Encargar a varones adolescentes o neófitos en la fe la administración de la mesa del Señor es un proceder altamente cuestionable. Con muy raras excepciones, difícilmente tendrá el joven o el neófito atributos espirituales bien desarrollados que adornen la mesa del Señor con seriedad, solemnidad, gran reverencia y profundo significado. No ha sido sometido a muchas pruebas; aún no brilla su testimonio. ¿Es aceptable que los jóvenes o los neófitos asistan al que oficia a la mesa en la distribución de los elementos de la Cena? Sí, siempre y cuando sean fieles y de buen testimonio. ¿Pueden los mismos dirigir oraciones dando gracias por el pan y el fruto de la vid? ¿Por qué no?, siempre y cuando lo hagan conforme a las reglas establecidas para tales oraciones (Ver el Número doce de esta sección). 4. ¿Deben prepararse de antemano los que ofician la mesa del Señor? Definitivamente que sí. ¿De qué manera se preparan? a. Meditando profundamente sobre el significado y el propósito de la Santa Comunión. b. Escogiendo textos bíblicos apropiados para leer antes o durante la Cena. c. Estudiando los textos con miras a comprender de lleno las enseñanzas y las implicaciones de cada palabra y frase. d. Estudiándolos y leyéndolos una y otra vez para poder leerlos con soltura, de manera tal que impresionen a los oyentes. e. Estudiando todo lo relacionado con la Cena a fin de presentar comentarios concisos para la orientación y la edificación de los participantes. f. Orando que Dios lo use en este ministerio para su gloria y para el bien de la grey. g. Asegurándose de tomar las medidas necesarias para estar en perfecta comunión con Dios, para que cuando llegue el momento de presidir la mesa, esté tranquilo y confiado. 5. ¿Es preciso leer siempre el mismo texto, por ejemplo, 1 Corintios 11:27-34, antes de repartir los elementos de la Cena?
6. ¿Es correcto empezar la celebración de la Santa Comunión sin leer texto alguno o hacer ningún comentario apropiado?
7. ¿Es necesario leer siempre algún texto bíblico?
Enfatizamos “explicaciones concisas”. No largas, sino breves y al grano, concentrados, como se concentra la luz en una piedra preciosa. De tres o cuatro minutos y no de diez o quince. Este tipo de exposición requiere mucha preparación. La introducción para la Cena del Señor no es la ocasión para un mini sermón. Tampoco es la ocasión para traer temas no relacionados con la Cena. 8. A continuación, una lista (incompleta) de textos bíblicos apropiados para la celebración de la Santa Cena. Para introducir el acto de la Cena, se aconseja la lectura de un solo texto y no toda una serie de textos. La costumbre de algunos celebrantes es leer cuatro o cinco pasajes corridos. Mejor un solo pasaje, un solo versículo, bien leído y explicado que varios textos leídos rápidamente, sin ningún comentario, o acompañados de comentarios flojos, superficiales, secos o demasiado extensos. -Juan 6:25-59. No leer todo el texto para una sola celebración de la Cena, sino seleccionar ciertos trozos, repartiéndolos entre tres o cuatro domingos.
9. ¿Conviene permitir que participen de la Cena las personas que no son miembros de la iglesia? Nota: Esto depende de la tradición de cada iglesia.
10. Para que no coma la Cena algún inconverso, sectario o miembro infiel, ¿deben los que reparten los elementos retener siempre los recipientes en sus propias manos, no permitiendo que nadie los toque o que los congregados los pasen del uno al otro?
11. ¿Es sabio advertirle muy a menudo a los seguidores de Cristo el peligro de comer y tomar condenación para sí, machacando constantemente sobre el punto?
12. ¿Es necesario orar antes de partir el pan? Sí, hacemos bien al seguir el ejemplo de Cristo. Y, ¿antes de tomar la copa? Pues, desde luego. ¿No lo hizo Cristo? a. ¿Es aceptable pronunciar una sola oración por los dos elementos, dando gracias por el pan y la copa mediante una sola oración? Ya que Cristo no lo hizo, ¿con qué razón o lógica lo haríamos nosotros? ¿Acaso para acelerar la celebración de nuestra fiesta espiritual que es la Cena del Señor? Ciertamente, tal es la impresión que se transmite. “Basta con una sola oración por los dos elementos. ¿No hace falta ninguna redundancia.” ¡Mal pensado! ¡Mal hecho! Cada elemento de la Cena es muy especial, con un significado muy particular. Cada uno merece que le demos la importancia que le corresponde. Lo logramos, en parte, bendiciendo el pan y bendiciendo, por separado, la copa (1 Corintios 10:16). b. ¿Es aceptable orar por el pan, luego, enseguida, orar por la copa antes de repartir el pan, para entonces repartir ambos elementos a la vez? Ya que Cristo no lo hizo así, ¿con qué razón o lógica hacerlo nosotros? Más bíblico es seguir el ejemplo del Señor. ¿Pecamos de no hacerlo, introduciendo cambios insignificantes que no alteren el significado de la Cena? Quizás no, pero ¿por qué arriesgarlo? ¡Tan fácil es seguir el ejemplo de Cristo! A propósito, los “cambios insignificantes” suelen encerrar factores significantes que, sí, afectan la calidad y la aceptabilidad de nuestro culto a Dios.
13. ¿Es necesario cantar un himno después de la Comunión? Aunque es cierto que Cristo y los apóstoles cantaron un himno después de la institución de la Cena (Mateo 26:30), obviamente, el himno no es un elemento esencial para la celebración de la Santa Comunión. ¿Por que decimos “obviamente”? Porque la Cena, con o sin un himno, tiene el mismo significado y valor. a. ¿Conviene cantar un himno después de la Cena? Conviene, a nuestro juicio, cantar un himno o traer algún comentario apropiado bien breve después de la Cena. Concluir sin decir ni siquiera una palabra alusiva al acto parecería algo seco. Se puede decir, por ejemplo: “Dios nos conserve en su Reino, ayudándonos a perseverar para que el próximo domingo podamos celebrar de nuevo esta fiesta.”
14. De reunirse una congregación el primer día de cada semana no solo por la mañana sino también por la tarde, o por la noche, ¿es correcto ofrecer la Cena del Señor en ambos cultos? Sí, es correcto y es necesario, por la razón de que los feligreses que se ven impedidos a participar del culto celebrado por la mañana, tal vez puedan estar presentes en la reunión de la tarde o de la noche, o de no poder asistir a la segunda reunión, quizás les sea factible estar presentes para la primera. Por ejemplo, si el hermano Francisco se ve obligado a trabajar desde la 3:00 p.m. hasta la medianoche, digamos en una fábrica, ¿sería correcto privarle de la bendición de participar de la Cena, no brindándole la oportunidad de celebrarla en el culto llevada a cabo por la mañana? El sentido común nos dice que tal proceder no sería correcto sino arbitrario y perjudicial. ¿La Cena del Señor siempre "de noche"? El primer día de la semana abarca veinticuatro horas, y no solo las horas de luz o las de oscuridad. Por lo tanto, la Cena del Señor puede celebrarse a cualquier hora del día o de la noche. No obstante, algunos hermanos aseguran que es necesario celebrar la comunión de noche y que no debiera celebrarse de día, añadiendo los más extremistas que celebrarla de día es pecar. A continuación, examinamos sus argumentos. A. Afirman que la Santa Comunión debiera celebrarse de noche porque fue instituida de noche. (1) De hecho, la Cena del Señor fue instituida de noche. Pero, surge la interrogante: ¿escogió Cristo las horas de la noche para instituir la Santa Cena con la intención deliberada y premeditada de asentar un precedente para la iglesia, precedente que estaría vigente en todo lugar durante toda la Era Cristiana? No hay evidencia alguna en la Biblia de que lo hiciera así, ni en los relatos de la institución de la Cena ni en las referencias subsiguientes a ella. En la Biblia, nunca se señala la necesidad de celebrar la Cena “de noche”. No se le da ninguna importancia al detalle “de noche”. No hay ninguna explicación de por qué hubiese que celebrarla “de noche” y nunca “ de día”. ¿Tienen las tinieblas de la noche algo que ver con el significado y el valor de la Santa Cena? ¿La hacen más espiritual, más sublime, más relevante? (2) ¿Acaso recibiese Cristo órdenes del Padre, instruyéndole sobre la necesidad de instituir la Cena “de noche”? O, ¿simplemente aprovechó Cristo la Pascua judía y las circunstancias propicias de la ocasión para instituir la Santa Cena? “Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles” (Lucas 22:14) ¿Fue determinante y decisivo el factor de “la hora”? O, ¿fue meramente accidental el factor de la hora? De haber sido tan importante el factor de la hora del día o de la noche, nos veríamos obligados a determinar exactamente a qué hora Cristo instituyó la Cena, para nosotros celebrarla a la misma hora. “Cuando era la hora.” ¿Qué hora exactamente? Sin duda alguna, el factor de la hora fue accidental. Considere: en la institución de la Cena observamos otras circunstancias meramente accidentales. a. La Cena del Señor fue instituida en un aposento alto (Lucas 22:10-12). ¿Debemos, por lo tanto, siempre celebrarla en un aposento alto? ¿Pierde la Cena su significado y valor si no la celebramos en un aposento alto? ¿Pecamos si no la celebramos en un aposento alto? ¿Qué harán las congregaciones que no pueden disponer de un aposento alto? La iglesia de Troas celebró la Cena en un “tercer piso” (Hechos 20:7-12). ¿Debemos imitar su ejemplo, bajo pena de condenación de no hacerlo? Estas preguntas sirven para resaltar el hecho de que el aposento alto era una circunstancia accidental cuando Cristo instituyó la Cena. El lugar es de poca o ninguna importancia. En centenares de miles de pueblitos y aldeas a través del mundo, ¡ni siquiera hay edificios o casas de dos o más pisos! La Santa Cena la podemos celebrar a la sombra de un árbol, a la orilla de un río, de un lago o del mar, en una casa de familia, en un barco, en fin, en cualquier lugar propicio para el evento. b. La Cena fue instituida durante la cena pascual de los judíos. La cena pascual de los judíos era una cena de verdad donde los participantes se alimentaban. ¿Es, por consiguiente, indispensable que celebremos la Cena del Señor como parte de una cena cuyo propósito es saciar el hambre y la sed? ¡Absolutamente que no! Los cristianos en Corinto cayeron, precisamente, en este tipo de error, siendo censurados duramente. “Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor. Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga. Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo” (1 Corintios 11:20-22). c. Después de instituirse la Cena, Cristo y los apóstoles cantaron un himno. ¿Debemos, por deducción, cantar un himno porque ellos lo hicieron? No necesariamente. Se trata de otro detalle accidental. (Ver el número trece arriba.) d. Mateo 26:20 dice: “Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce”. ¿Estaba el Señor asentando precedentes inviolables? ¿Quiere decir que tan pronto llega la noche, todos los miembros de una iglesia debieran estar congregados para comer la Santa Cena, de inmediato, a la hora que llega la noche, ni antes ni después? En algunos lugares, las iglesias celebran un solo culto los domingos y lo hacen por la tarde, a las dos p.m., o quizás a las tres, a las cuatro o a las cinco p.m. Algunas congregaciones escogen las horas de la tarde por razones de seguridad, porque algunos miembros tienen que viajar lejos o porque reciben el apoyo de hermanos que vienen de otras congregaciones. En estos casos, no ha llegado la noche. Por lo tanto, ¿debemos denunciar a los hermanos que celebran la cena por la tarde como pecadores? ¡Claro que no lo son! Al instituir la Cena “de noche”, Cristo no estaba asentando un precedente según el cual todos los cristianos en todo lugar debieran celebrar la Cena siempre “de noche”. A propósito, ¿cuándo llega la noche? ¿Cuándo se pone el sol? O, ¿cuándo ya no se puede ver la luz del sol en los cielos? En el Ártico y el Antártico, pasan semanas sin que se ponga el sol. ¿Cómo celebrarían los esquimales la Cena “de noche” en medio de tales circunstancias? Obviamente, el factor de la hora no es determinante. No se trata de un precedente, de un patrón, inviolable. e. Fíjese también en los detalles “se sentó a la mesa.” Cristo “(1) se sentó (2) a la mesa.” ¿Se encuentran otros precedentes inviolables en estos detalles? ¿Deben todos los miembros de una congregación sentarse a una mesa para comer digna y correctamente la Cena? ¿Acercar sus sillas a una sola mesa, pues dice “la mesa” y no dos o más, y sentarse? ¡Cuán larga sería la mesa para una congregación con una membresía de cuatro cientos! De no haber mesa o sillas, ¿pecarían los cristianos que comieran la Cena de pie? ¿Celebrar la Cena los jueves? (3) Si Cristo fue crucificado el día viernes, entonces la Santa Cena fue instituida el jueves por la noche. ¿Significa que los cristianos debiéramos celebrarla el día jueves por la noche? El Espíritu Santo no llegó a semejante conclusión, pues instruyó a la congregación en Troas a celebrarla el primer día de la semana (Hechos 20:7). Lo que el apóstol Pablo enseñaba por el Espíritu en una iglesia, lo enseñaba en todas las iglesias. “Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias” (1 Corintios 4:17). “Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones” (1 Corintios 14:33-34). “En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en todas las iglesias de los santos” (1 Corintios 16:1). Se deduce que el Espíritu Santo enseñaba a todas las iglesias a celebrar la Cena del Señor “el primer día de la semana.” Y con razón, pues Cristo resucitó el primer día de la semana y la iglesia fue establecida el primer día de la semana. En cambio, el jueves era el día de la traición y del arresto de Jesús. El ejemplo de la iglesia en Troas. B. Los hermanos quienes aseguran que la Cena la hay que celebrar de noche, citan el ejemplo de la iglesia en Troas, observando que, allá y en aquel entonces, la congregación se reunió de noche para conmemorar la muerte de Cristo. “Había muchas lámparas en el aposento alto.” Pablo “alargó el discurso hasta la medianoche.” “Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba” (Hechos 20:7-12). (1) Cabe preguntar que si este ejemplo, por sí solo, constituye prueba suficiente para establecer una doctrina, a saber, “la Cena siempre de noche.” ¿Había instruido el Espíritu Santo a la iglesia en Troas a reunirse después del oscurecer, bajo pena de censura y condenación de no hacerlo? Los argumentos desarrollados en la sección “A” arriba para probar que “la noche” era una circunstancia accidental cuando Cristo instituyó la Cena y no un precedente espiritual inviolable, son aplicables también al caso de la iglesia en Troas. “El primer día de la semana” abarca veinticuatro horas. La hora particular de celebrarse la Santa Cena queda a discreción de los administradores de cada congregación. Ellos determinan la hora de acuerdo con las circunstancias que afectan a la membresía. En Troas, los encargados de la congregación determinaron reunirse de noche. Troas era una ciudad importante de la provincia de Asia del Imperio Romano. Ciudad gentil; ciudad pagano; ciudad donde, con toda probabilidad, muchos de los habitantes eran esclavos; ciudad donde tanto amos como esclavos estarían trabajando durante las horas diurnos del primer día de la semana. ¿Es cosa extraña que la iglesia en Troas se reuniera de noche? Sin lugar a dudas, las circunstancias particulares de la iglesia en Troas determinaron la hora de reunirse y no algún mandato del Espíritu Santo. (2) Surgen otras interrogantes e inquietudes, tales como: ¿qué calendario o sistema para medir el tiempo, el judío o el romano, utilizaban los cristianos en Troas? Para ellos, ¿comenzaba el día con la puesta del sol (el sistema judío)? De haber sido así, entonces ¡estaban congregados el sábado por la noche!, según el sistema romano, siendo también el nuestro, de medir el tiempo. El día judío se componía de la noche, la cual comenzaba con la puesta del sol, y las horas diurnas que la seguían. Por consiguiente, las primeras horas de la noche del primer día de la semana judío correspondían a las primeras horas de la noche del día sábado romano. ¿Cuál calendario debemos seguir los cristianos del presente? ¿Debemos iniciar cada día con la puesta del sol, como lo hacían los judíos, y reunirnos los sábados por la noche para partir el pan? ¿Con qué justificación nos enredamos en todos estos pormenores y especulaciones? Este tipo de controversia estéril va en contra de Gálatas 4:6-8, donde el Espíritu Santo advierte el peligro de guardar los tiempos. “Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.” Lamentablemente, en la actualidad, hay hermanos empeñados en esclavizar a las iglesias a “los débiles y pobres rudimentos.” Ejemplo clásico de ello lo encontramos en la doctrina de siempre comer la Cena del Señor “de noche”. Su afán de convertir todo detalle circunstancial en “patrón”, precedente divino o ley inspirada no es loable. Más bien, lo que hacen es dividir y esclavizar. (3) Referente al ejemplo de Troas, de nuevo vemos, además de la hora, otros factores puramente circunstanciales. a. Los miembros en Troas se reunieron en un “aposento alto” (Hechos 20:8). ¿Debemos, por consiguiente, reunirnos en un aposento alto para que la Cena no pierda validez? (Ver la partida A., 2., a. arriba) b. Había “muchas lámparas” que alumbraban el aposento alto (Hechos 20:8). ¿Es, por lo tanto, imprescindible que utilicemos lámparas y no velas o bombillas eléctricas para alumbrar el lugar donde celebramos la Cena? Responder que sí rayaría en lo ridículo. Santa “Cena” y no “santo desayuno” o “santo almuerzo” C. Los cristianos decididos a formular leyes espirituales que descansan solo en circunstancias accidentales arguyen que se trata de “la santa Cena del Señor” y no del “santo desayuno” o del “santo almuerzo”. De nuevo, cuestionamos la validez de sus argumentos. Considere
a. Porque Lucas 22:20 explica que la Santa Comunión fue instituida “después que hubo cenado” Cristo. “Después que hubo cenado” claramente demuestra que la comunión instituida por Cristo no era una cena cualquiera. Ya habían cenado, literalmente, Jesús y los apóstoles cuando el Señor instituye la Cena espiritual en memoria de su cuerpo y sangre. La Cena del Señor sería una “cena” simbólica y, por lo tanto, no regida por las circunstancias y los propósitos de una cena literal. b. Sabemos que la Cena del Señor no es una cena literal justamente porque el apóstol Pablo censura a los cristianos en Corinto por hacer de la Cena espiritual una cena literal. “¿No tenéis casas en que comáis y bebáis”? (1 Corintios 11:22). Podían conmemorar la muerte del Señor comiendo un pedacito de pan y tomando un poquito del “fruto de la vid”. No era necesario “cenar” en sentido literal, comiendo y bebiendo para saciar el hambre y la sed. Ni tampoco era necesario reunirse “de noche” para comer la “cena del Señor”, pues el vocablo “cena”, en el contexto espiritual, había perdido su significado literal. c. Se sabe que la Cena del Señor no es una cena literal porque la Cena del Señor se celebra solo el primer día de cada semana. En cambio, la cena común y corriente se come todos los días de la semana.
Datos históricos.
¡Tampoco el primer día de la semana!
15. ¿Es necesario estar de rodillas para comer el pan y tomar la copa dignamente? No hay ningún mandamiento o ejemplo en la Biblia al respecto. Por lo tanto, no nos conviene ser exigentes o dogmáticos en cuanto a este particular. La posición del cuerpo físico –que si sentado, parado o arrodillado- no es de gran importancia. Lo que, sí, importa grandemente es la condición del corazón, el estado del espíritu y la preparación de la mente. En el evangelio de Juan, el capítulo trece, donde se relata la historia de la institución de la Santa Cena, se informa, en el versículo 25, que el apóstol amado, o sea, Juan, estaba “recostado cerca del pecho de Jesús”. No estaba arrodillado sino “recostado”, conforme a la costumbre de aquellos tiempos de recostarse para comer. Según Mateo 26:20, Cristo “se sentó a la mesa con los doce.” Cuando instituyó la Santa Cena, no los mandó a arrodillarse. Pues, tampoco tiene ningún hermano del tiempo presente la autoridad de mandar a arrodillarse a los cristianos que se disponen a comer la Cena del Señor. 16. ¿Qué tipo de pan se pone sobre la mesa del Señor?
17. ¿Cuántos panes debemos poner en la mesa del Señor? El Nuevo Testamento nada dice al respeto. Algunos disienten citando 1 Corintios 10:17 donde Pablo escribe: “Siendo uno sólo el pan”. ¿Quiere decir el apóstol que debiéramos poner un solo pan sobre la mesa del Señor? Desde luego que no. Se trata, como bien explica el texto, no del pan literal sino de Cristo mismo. Dice: “Todos participamos de aquel mismo pan”. “De aquel”. ¿De cuál? iDe Cristo!
18. ¿Cuántas copas debemos poner sobre la mesa del Señor?
“¿Un solo pan y una sola copa?”
(Se analiza la doctrina
según la cual todos los miembros de Por Hugo McCord Algunos buenos cristianos han llegado a la conclusión que todas las personas presentes en una audiencia en el tiempo presente (Nota del traductor: Se sobreentiende que se trata de todos los miembros de una congregación reunidos para la cena del Señor el primer día de la semana.) deben tomar de un solo recipiente, es decir, de una sola copa o visito, porque Jesús, al celebrar su última pascua, tomó una copa “del fruto de la vid” (Lucas 22:18), y, entregándose a los doce apóstoles, dijo: “Bebed de ella todos” (Mateo 26:27). Benditos sean sus corazones, no comprenden que asegurar que todos beban de un solo recipiente, un recipiente del cual beben todos, ¡no es celebrar la cena del Señor! Las Sagradas Escrituras no enseñan a “discernir el número de copas” sino a “discernir el cuerpo del Señor” (1 Corintios 11:29). Estos cristianos sinceros, en su deseo encomiable de hacerlo todo conforme a la Biblia, desaciertan completamente, quizás involuntariamente, el significado bíblico del vocablo “copa” en la cena del Señor. El recipiente no tiene nada que ver con la cena del Señor. Solo sirve como medio para llevar el “fruto de la vid” (Lucas 22:18) a la boca de la persona (del celebrante). Al tomar Jesús “la copa”, dando “gracias” y diciendo: “Tomad esto, y repartidlo entre vosotros” (Lucas 22:17), no estaba diciendo que partieran en doce pedazos la copa literal que tenía en su mano, sino que doce bocas debieran beber, cada una, una porción del fruto de la vid. Al decir Jesús: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre” (Lucas 22:20), no se refería a la copa literal en su mano, sino a su “contenido” (El léxico griego de Thayer, página 533). Al escribir Pablo que los cristianos debieran beber “la copa” (1 Corintios 11:26), el vocablo “copa” ya había perdido su significado material de recipiente, refiriéndose solo al “fruto de la vid.” De igual manera, cuando Pablo escribió que la “copa” es “la comunión de la sangre de Cristo”, de nuevo el vocablo “copa” ha perdido su significado material de recipiente, refiriendo solo al “contenido de la copa” (1 Corintios 10:16, El léxico griego de Thayer, página 533, Lucas 22:20), o sea, al “fruto de la vid.” Además, aquellos cristianos sinceros mal orientados quienes apoyan un solo recipiente para la congregación, no comprenden que, bíblicamente, todos los cristianos de todas las congregaciones en todo el mundo beben “una copa”, ¡pero no los recipientes! Hubiese sido difícil para Pablo, estando en Éfeso, beber del mismo recipiente del cual bebían los cristianos en Corinto, a 340 kilómetros de Éfeso. Bíblicamente, hay solo una copa, la cual significa el fruto de la vid y no un solo recipiente. Todos los cristianos en todo el mundo parten el pan y beben el fruto de la vida el primer día de la semana (Hechos 20:7). “Nosotros (Pablo, con todos los cristianos en todo lugar), con ser muchos, somos un cuerpo” (1 Corintios 10:17). Todos participamos de “una copa,” no teniendo que ver el factor de ubicaciones geográficas. Dos manuscritos griegos (F y G) de 1 Corintios 10:17 dicen: “Nosotros, los muchos, somos un cuerpo, y todos nosotros participamos de un pan y de una copa.” Se podía escoger entre dos panes, a saber, pan con levadura y pan sin levadura, pero el pan de la pascua que Jesús usó era pan sin levadura (Éxodo 12:8, 15; 23:15; 34:18). El pan sin levadura Dios lo había estipulado para la pascua como “pan de aflicción,” un recordatorio para los israelitas de su cautiverio en Egipto (Deuteronomio 16:3-4). En la cena del Señor, Jesús usó ese pan, diciendo: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo” (Mateo 26:26), aquel cuerpo que Pilato “azotó” (Juan 19:1), aquel cuerpo que soportó la “corona de espinas” (Juan 19:2), aquel cuerpo que fue clavado en la cruz (Marcos 15:25), aquel cuerpo que fue abierto “con una lanza” (Juan 19:34). Se podía escoger entre distintas copas (de jugo de naranjo, jugo de manzana, etcétera), pero Jesús escogió la que había en la mesa, el “fruto de la vid,” diciendo a sus apóstoles: “Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo testamento” (Mateo 26:26-27). Después de que los apóstoles hubiesen comido el pan y tomado la copa, aún estaba presente a la mesa el cuerpo entero de Jesús, con su sangre, y esto significa que el pan y el fruto de la vida representan el cuerpo y la sangre del Señor, y que la cena del Señor ha sido ordenada por Dios para que se cumpla la petición de Jesús: “Haced esto en memoria de mí” (1 Corintios 11:24). Fuente: editoriallapaz.com, Usado con permiso. |
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