El material de más abajo, las 7 leyes de la enseñanza de de John
Milton Gregory, que pertenece al libro "Guía pedagógica", fue uno de
los primeros que estudié y que siempre me ha ayudado tanto a enseñar
como a predicar a través de los años. Vale la pena.
J. M. Quaglino
LAS LEYES DE LA ENSEÑANZA.
Alguien ha dicho que "El maestro nace, no se hace". Nosotros
dudamos que esto sea cierto: la herencia aporta su contribución a cada
vida, pero no tanto que no pueda ser neutralizada por el ambiente y la
personalidad. Lo que a menudo se cree que es un don afortunado es en
realidad una habilidad adquirida. El éxito del maestro depende en gran
parte del entusiasmo que ponga en su tarea, el amor a sus alumnos y la
dedicación en su preparación. Todas estas características pueden
adquirirse. Al enseñar una lección, se encontrará que la presentación
acertada es, en gran parte, el resultado de la preparación tesonera.
Todos los que están dispuestos a dejarse guiar y corregir por los
principios reconocidos de la pedagogía, pueden asegurarse el éxito de
la enseñanza. Algunos preguntan: ¿No está en conflicto esto con la
obra del Espíritu Santo? ¿No debe ser guiado el maestro por el
Espíritu Santo a quien ha entregado su vida? ¿No deshonra al Espíritu
Santo el maestro que busca ser guiado por las leyes de pedagogía? De
ninguna manera. Nosotros no ofendemos al Espíritu Santo al obedecer
las leyes de la gravedad. No deshonramos al Espíritu Santo al estudiar
las leyes que gobiernan el funcionamiento de la mente humana. Nadie
estuvo más sujeto al Espíritu Santo que el Señor Jesucristo, y sin
embargo, nadie observó más cuidadosamente las leyes de la pedagogía.
Es cierto que El no escribió un tratado sobre la técnica de la
enseñanza, y hasta donde sabemos, no existía ninguno en sus días. Es
evidente, a pesar de ello, que Él y los pedagogos de su día eran
verdaderos maestros en el arte y la práctica de la enseñanza. Las
siete reglas de la enseñanza de John Milton Gregory no solamente
encierran los principios de pedagogía empleados por nuestro Señor,
sino que constituyen las mejores reglas para valorar el trabajo de un
maestro. Cada alumno de las clases avanzadas del Instituto Moody está
obligado a dictar una clase en presencia de sus compañeros, y ser
sometido luego a la crítica de ellos, basada principalmente en estas
leyes. A continuación enumeraremos los principios básicos:
1. La ley del maestro.
El Dr. Gregory dice: "El buen carácter y las cualidades morales
elevadas son deseables en el maestro; si no por su trabajo, al menos
para evitar el daño del mal ejemplo. Pero si uno por uno, fuéramos
descartando de nuestro catálogo de cualidades deseables, aquellas que
no son indispensables, nos encontraríamos obligados a retener al
final, como necesaria para toda enseñanza, el conocimiento de la
materia que se ha de enseñar". La ley primera y más importante es
entonces:
El maestro debe saber lo que va a enseñar.
Es una lástima que algunas instituciones preparatorias de obreros
cristianos den mayor importancia a los métodos de enseñanza, y dejan
en lugar secundario aquello que se ha de enseñar. En la enseñanza
laica es de importancia primordial el conocimiento de la materia, que
llega a ser el corazón mismo de la preparación, y nosotros no nos
atreveríamos a sugerir que la enseñanza religiosa es de tan poca
importancia que el conocimiento de la Biblia no sea esencial. El
conocimiento es la materia prima con que el maestro trabaja, por lo
tanto ha de ser completo. De otra manera, el conocimiento incompleto
se reflejará en la enseñanza incompleta. Lo que el hombre no sabe, no
puede enseñar con buen éxito. En realidad, una falta de conocimiento
de la materia que ha de enseñar, invalida el proceso entero de
instrucción más que cualquier otro factor. Si el maestro no sabe, no
puede enseñar. La señorita L. Flora Plummer dice: "En nuestro estudio
de las Escrituras debemos procurar ser cabales. Debemos excavar hasta
muy hondo; las mejores joyas no se hallan en la superficie. La
exactitud es necesaria siempre. Los libros del contabilista deben ser
exactos al centavo. Las junturas del carpintero no cumplen su
propósito si no calzan con exactitud. Cada lección que se domina a
fondo da mayores fuerzas para la siguiente, pero una lección tratada
superficialmente nos debilita para las futuras. La diferencia entre el
éxito y el fracaso, entre flaqueza y poder, es la resolución
invencible y persistente de una parte, y la falta de energía y de
voluntad de la otra". El maestro debe saber más de lo que ha de
enseñar. No basta saber lo suficiente para llenar el tiempo. Para
lograr un perfecto dominio de la lección, se requiere estudio tesonero
e investigación prolija. A diferencia del predicador, el maestro debe
estar suficientemente bien informado sobre el tema para contestar
cualquier pregunta que los alumnos pudieran hacerle. En lugar de
sentirse incompetente y esclavo de su preparación, el maestro que
realmente domina su materia puede observar el efecto de sus palabras
sobre los niños y dirigir sus pensamientos con facilidad y soltura.
2. La ley del alumno.
Mucho antes que Spurgeon llegara a ser el famoso predicador londinense,
había adquirido renombre como obrero entre los niños. En sus
instrucciones a los maestros él dice: "Obtenga la atención de los
niños. Si ellos no escuchan, el maestro hablará, pero hablará en vano.
Si los niños no entienden, la enseñanza será una labor pesada y vacía
de sentido tanto para usted como para los alumnos. No podrá hacer nada
mientras no cautive la atención de los alumnos". Este consejo está de
acuerdo con la segunda ley de la pedagogía:
El alumno debe atender con interés la lección que ha de aprender.
El Dr. A. H. McKinney dice: "Al prepararse para enfrentarse a su clase
el domingo, el maestro que interesa a los alumnos se prepara con
oración para cumplir con tres propósitos. Su primer esfuerzo será por
conseguir la atención de los niños. Luego se esfuerza por retener esa
atención durante toda la clase. Su tarea más difícil es convertir esa
atención en interés"
a. Atención. Hay tres clases de atención:
(1) Involuntaria. Esta atención es veleidosa y sujeta a
cualquier distracción que surja. La mente no está fijada en la
lección lo suficiente para evitar que el oído o la vista se
distraiga por cualquier influencia extraña.
(2) Voluntaria. La atención puede ser obligada por medidas
disciplinarias o apelando a la fuerza de voluntad del alumno. En
la escuela dominical, raras veces es posible o deseable
disciplinar a los niños para conseguir su atención, por lo cual
este método es poco práctico.
(3) Sostenida (o espontánea). Los alumnos aprenden más prestamente
cuando están tan absortos en la lección que olvidan lo que ocurre
a su alrededor. Fascinar a los niños por medio de una lección
interesante es por lo tanto lo más deseable.
b. Interés. La atención espontánea depende del interés. Es fácil
ganar y retener la atención del niño interesado. Una orden o un
rápido juego de manos podrá atraer la atención del niño por un
momento, pero unicamente el interés verdadero podrá retenerla. Como
dice el Dr. Goodrich C. White: "Debemos encontrar la manera de dar a
los niños algo que hacer que nos parece a nosotros que vale la pena,
y que a ellos les parezca de tanto valor que ocupará completamente
su mente excluyendo todo otro asunto". La habilidad de interesar
dependerá de:
1) Descubrir el nivel del pensamiento del niño.
2) Defenderle de las distracciones externas.
3) Proveer una lección que se adapte a la capacidad del alumno.
4) Proveer para la cooperación del alumno en la lección.
3. La ley del lenguaje.
Hemos descubierto al maestro con su caudal importante de conocimientos
por una parte, y al alumno con su requisito de atención interesada por
otra. El paso siguiente es encontrar un medio de comunicación entre
los dos. Esta ley puede expresarse de la manera siguiente:
El lenguaje usado en la enseñanza debe ser común al maestro y alumno.
El maestro podrá tener un vocabulario mucho más amplio que el alumno,
pero deberá recordarse que solamente mientras el primero limite su
lenguaje al vocabulario del segundo, serán comprendidas sus lecciones
por éste. El lenguaje a emplearse necesariamente será diferente en
cada clase según la edad de los niños. A este respecto el Dr. Gregory
sugiere que el maestro:
a. Estudie constantemente el lenguaje que usan los niños.
b. En lo posible, se exprese en el vocabulario de los mismos niños.
e. Use las palabras más sencillas y el menor número de ellas que
expresen su propósito.
d. Use oraciones cortas de construcción sencilla.
e. Explique por medio de ilustraciones el significado de laspalabras
nuevas.
f. Compruebe frecuentemente la comprensión de los niños dellenguaje
que usa.
4. La ley de la lección.
Esta ley, que concierne directamente a la lección o verdad a enseñarse
es fundamental para toda pedagogía. Puede enunciarse así:
La verdad a enseñarse debe ser aprendida por medio de la verdad ya
conocida.
Toda enseñanza deberá empezar en algún punto conocido de la lección.
Si el tema es completamente nuevo deberá buscarse algún punto de
partida a fin de que lo nuevo se comprenda mediante la comparación con
algo conocido y familiar. Esta ley de asociación o contacto es
fundamental en toda enseñanza y básica en el desarrollo mental. Lo
nuevo puede ser conocido solamente en relación con lo que ya se conoce.
Nuestro Señor fue un verdadero maestro de este arte. Sus oyentes
conocían bien el Antiguo Testamento. Por esta razón edificaba verdades
nuevas sobre los hechos ya bien conocidos. Su crucifixión seria
similar al episodio de la serpiente de bronce que fue levantada en el
desierto. Comparó su sepultura y resurrección con la experiencia que
tuvo Jonás. El tiempo de Su venida sería semejante a los días de Noé y
de Lot. Describió las cosas por venir en términos de las cosas que ya
habían sucedido.
Para cumplir esta ley el maestro debe:
a. Hacer una conexión con lecciones anteriores. Lo que ha sido
estudiado con anterioridad, está dentro de lo conocido. Si el
maestro ha enseñado las lecciones anteriores, éstas serán terreno ya
conocido tanto para él como para el alumno. Cada repaso es, en
realidad una demostración de la ley enunciada, y aquellos que
ejecutan fielmente los repasos son los que mejor la cumplen.
b. Proceder por pasos graduales. Un atleta no se fija una meta
remota para tratar de alcanzarla inmediatamente. Comienza repitiendo
lo que sabe que puede alcanzar y paulatinamente eleva la barra que
ha de saltar hasta acercarse a su meta y quizá establecer un nuevo
"record". De la misma manera, un alumno debe dominar plenamente cada
paso antes de tomar uno nuevo. Cada nueva idea que se asimila, se
hace parte del conocimiento del alumno y sirve como punto de partida
para un nuevo avance. Como una hilera de focos en una carretera,
cada nuevo conocimiento agrega su luz al que le antecede, y proyecta
esa luz aumentada adelante hacia un nuevo descubrimiento.
c . Iluminar por medio de ilustraciones. La ilustración no es más
ni menos que volver a terreno conocido. Cuando el avance es más
rápido que lo que la mente puede seguir, una retirada a terreno
familiar permite que la comprensión rezagada le dé alcance. El gran
Moody reconocía la posibilidad de hacer claros a las masas sus
mensajes mediante ilustraciones frecuentes. Las figuras de retóricas
tales como metáforas o alegorías, han surgido de la necesidad de
relacionar la verdad nueva a las escenas o experiencias ya
familiares.
5. La ley del proceso de enseñanza.
En una lección anterior se comparó el maestro al chofer que dirige su
coche. Aprendimos como el alumno es alimentado con porciones cortas y
sencillas de la Biblia que él puede asimilar y aplicar. Vimos sin
embargo, que era necesario aplicar al material de enseñanza la chispa
del interés para encender el combustible y provocar la acción. Una vez
que el maestro hubiera despertado e interesado plenamente al alumno,
lo único que le restaba hacer era tomar asiento y dirigir su actividad.
En otras palabras, el trabajo verdadero del maestro reside en
estimular y dirigir el pensamiento, o como se enuncia en la quinta ley:
Excitar y dirigir la auto-actividad del alumno y como regla general,
no decirle nada que él pueda descubrir por sí mismo.
Si el alumno no piensa por sí mismo, la enseñanza no tiene resultados.
En realidad, el gran objeto del maestro es hacer que el niño se
convierta en descubridor de la verdad. El proceso de aprendizaje
realmente comienza cuando el alumno se hace investigador independiente.
Es bueno recordar que el conocimiento se puede adquirir sin maestro, y
que vemos hombres de éxito que nunca han tenido el privilegio de
asistir a las escuelas de instrucción superior. ¿Para qué sirven
entonces las escuelas y qué necesidad hay del maestro? El maestro es
necesario para proveer las condiciones más favorables para el auto-aprendizaje.
La verdadera enseñanza no es tanto el impartir conocimiento, como el
estimular al alumno a obtenerlo por sí mismo. ¿Cómo puede estimularse
el pensamiento? Daremos a continuación tres sugerencias para el
maestro:
a. Proveer material para el pensamiento. La actividad de la mente
se limita casi exclusivamente al campo de los conocimientos ya
adquiridos. El alumno que no sabe nada no puede pensar, porque no
tiene de qué pensar. Para poder comparar, criticar, juzgar y razonar,
la mente necesariamente trabajará sobre el material que posee. Por
esta razón es preciso que primero se dote a la mente del alumno con
las verdades que servirán como base de su pensamiento. La educación
moderna que procura sacar conocimientos de la mente del alumno y de
su experiencia sin primero implantarlos, está tratando de extraer
información de una mente que está vacía. Es muy cierto que la
educación es un proceso eductivo; pero nadie aún ha podido explicar
como podrá un maestro extraer conocimientos de una mente en la que
no hayan sido implantados.
b. Hacer preguntas. El estimulo más importante usado por la
naturaleza para despertar la mente, lo son las preguntas incesantes
que el mundo y el universo dirigen al hombre. El objeto o suceso que
no excita ningún interrogante, no provocará ningún pensamiento.
Preguntar no es por lo tanto uno de los recursos de la enseñanza,
sino que es toda la enseñanza. Es excitar la auto-actividad de parte
del alumno en el descubrimiento de la verdad. Hacer una pregunta es
poner en marcha el engranaje mental del alumno.
c. Provocar preguntas. Aun más importante que hacer preguntas es
el provocar o despertar el interés por la propia investigación. En
realidad el proceso educacional comienza solamente cuando el alumno
empieza a hacer preguntas. Las eternas preguntas de la niñez tienen
su eco en la mente del adulto que lucha por resolver los problemas
del universo. La manzana que caía traía en sí la pregunta de la
gravedad que despertó la curiosidad de Newton, y la caldera en pleno
hervor sugirió a Watt el problema de la máquina de vapor. La
pregunta del alumno es un índice no sólo de su mente sino de sí
mismo. Su pregunta es una manifestación de su propia comprensión e
investigación. Al fomentar las preguntas del alumno, el maestro
estimula en él tanto el anhelo natural de saber, como el deseo
natural de auto-expresión.
6. La ley del proceso de aprendizaje.
Hemos visto que el trabajo del maestro consiste en gran parte en
despertar y guiar la auto-actividad de los alumnos. Ahora debemos
ocuparnos de la forma en que el alumno responde a los esfuerzos del
maestro. El proceso de aprendizaje implica mucho más que manifestar
interés y prestar atención. Hay un acto o proceso claro y definido que
el alumno debe realizar. Este acto o proceso consiste en formar en su
propia mente, por sus propias fuerzas, un concepto verdadero de los
hechos o principios de la lección. Esta ley del proceso de aprendizaje
puede ser enunciada así:
El alumno debe reproducir en su propia mente la verdad que ha de
aprender, y luego expresarla en sus propias palabras.
Al contrario de la creencia general, la obra de educación es más
trabajo del alumno que del maestro. Aunque podemos aprender
rápidamente de otros, y el descubrimiento original es resultado de un
proceso largo y laborioso, sin embargo ningún aprendizaje verdadero es
en su totalidad una repetición de los pensamientos de otros. El
descubridor toma, en gran parte, de verdades conocidas de otros, a los
que agrega lo que aprende por su propia experiencia. El maestro se
conforma a esta ley en cuanto conduce el alumno a ser un investigador
independiente. Hay tres grados o pasos distintos en el aprendizaje,
cada uno de los cuales lleva al alumno un poco más adelante en el
dominio de la lección.
a. Reproducción. Es posible reproducir las palabras exactas de
una lección aprendiéndola de memoria. Esto es lo más que procuran
algunos alumnos o que exigen algunos maestros que tienen un pobre
concepto de lo mucho que encierra el proceso de aprendizaje. Si el
alumno no comprende lo que ha aprendido de memoria, aparte de la
disciplina mental, no podemos decir que posee la lección. Un hombre
puede comprar un libro y colocarlo en su biblioteca, y sin embargo
no hacer de él uso alguno.
b. Interpretación. Hay un notable adelanto en el proceso de
aprendizaje cuando el alumno puede dar algo más que las palabras o
los hechos que ha aprendido. Cuando puede expresar su propia opinión
sobre estos hechos, sé que ha logrado no sólo entender lo que le ha
sido enseñado, si no que ha aprendido a manejar no solamente los
pensamientos de otros sino también los propios. La falta de insistir
en la necesidad de que el alumno piense por sí mismo, es una falta
muy común entre los maestros. Al hacer las preguntas; en lugar de
usar la palabra "qué" cuya respuesta es por demás sencilla, un buen
maestro empleará las palabras "por qué", hasta que el alumno
comprenda que debe tener una opinión propia en el asunto.
c. Aplícación. La educación no es la adquisición del conocimiento
sino su uso, y ninguna lección se ha aprendido plenamente hasta que
se haga algún esfuerzo por aplicarla a la vida diaria. El alumno que
encuentra un uso para lo que ha aprendido en su lección, tendrá un
interés doble en ella. Lo que antes era un mero conocimiento, llega
a ser sabiduría práctica. El saber es poder solamente cuando se le
conquista, se subyuga y se pone a trabajar. Mientras que expresar
una opinión no ejercita sino la mente, aplicar el conocimiento
afecta la voluntad y a la vida misma del alumno La aplicación
práctica demasiado a menudo se descuida. Muchos alumnos de la
Escuela Dominical están "siempre aprendiendo pero nunca pueden
llegar al conocimiento de la verdad" porque no hay aplicación
personal de la lección a su propia vida.
7. La ley del repaso y de la aplicación.
Las asambleas se abren siempre con la lectura del acta de la reunión
anterior, y se clausuran con un repaso del acta de la presente. Hay un
repaso de lo transcurrido, tanto al principio como al final de la
reunión. Lo primero es necesario para establecer una relación más
íntima con la sesión anterior, y lo segundó, para relacionar lo
actuado hoy con la sesión siguiente. Ya nos hemos referido a la
importancia de relacionarnos con las lecciones anteriores al comenzar
la clase. Es igualmente necesario que las verdades sobresalientes de
la lección del día sean llevadas a la sesión siguiente, y que se
realicen en las vidas de los alumnos. La ley del repaso y de la
aplicación puede expresarse como sigue:
La terminación, la prueba, y la confirmación de la obra de la
enseñanza deben hacerse mediante el repaso y la aplicación.
Hay tres objetivos en el repaso o recapitulación de la lección:
a. Perfeccionar el conocimiento. Un repaso es más que una
repetición. Una nueva lección o un tema nuevo, no se
revela por completo desde el primar momento. A menudo distrae la
atención, y su novedad puede deslumbrar la mente. Cuando uno mira un
cuadro por primera vez, escapan a la observación muchos detalles,
que se irán notando al examinarlo más detalladamente. Al leer un
libro por segunda vez, encontramos muchos datos que se nos habían
escapado en su primer lectura. Ningún libro revelará tantos tesoros
al ser releído, como la Biblia. Aun el repaso de pasajes familiares,
nunca deja de dar nueva luz o de revelar un nuevo mensaje.
b. Confirmar el conocimiento. La memoria depende de la asociación
de ideas. Cada repaso familiariza y fortalece estas ideas mediante
una nueva asociación. Quizás al ser presentado a un grupo, uno no se
siente seguro de recordar el nombre de cada uno de ellos, pero si
luego llega otra persona, la presentación de ésta al grupo confirma
los conocimientos y refuerza las memorias del primero. La lección
que se estudia una vez, probablemente se olvida, pero la lección que
se repasa repetidamente llega a ser parte del caudal de nuestros
conocimientos. No lo que el alumno ha aprendido y aun recitado una
vez, sino lo que recuerda permanentemente y usa, es la medida
correcta de sus conocimientos.
c. Aplicar el conocimiento. A menudo la práctica hace al artista
verdaderamente hábil. Los repasos frecuentes hacen del conocimiento
un algo útil y práctico. Los textos bíblicos que más nos influencian
son aquellos que se han hecho tan familiares que surgen
automáticamente en nuestra mente de acuerdo con la ocasión. Son las
verdades que se han hecho familiares con la repetición, las que
modelan la conducta y el carácter y si queremos que alguna gran
verdad nos sostenga y nos guíe, debemos volver a ella hasta que el
hábito la haya fijado en nuestras vidas. El sistema bíblico "precepto
sobre precepto" reconoce esta verdad. En conclusión, es bueno
señalar que el repaso no es una mejora más en la enseñanza sino que
es una de las condiciones esenciales de la verdadera enseñanza. No
repasarla es dejar la lección a medio terminar.
PREGUNTAS
1. Demuestre cómo no deshonra la obra del Espíritu Santo el
conocimiento y
cumplimiento de las leyes pedagógicas.
2. ¿Cuál es la ley del maestro?
a. ¿Por qué debe saber más el maestro de lo que ha de enseñar?
4. ¿Cuál es la ley del alumno?
5. Comente sobre las tres clases de atención.
6. ¿De qué cuatro cosas depende el interés?
7. Defina la ley del lenguaje y diga cuatro maneras en que el maestro
puede
observar esta ley.
8. Nombre tres maneras en que puede observarse la ley de la lección.
9. ¿Cuál es la ley del proceso de enseñanza?
10. Sugiera tres maneras en que puede ser estimulado el pensamiento.
11. Defina la ley del procedimiento del aprendizaje y cite los tres
pasos del
mismo.
12. ¿Cuáles son los tres objetivos de la ley de repaso y aplicación?